El monte de Moxos llegó a La Paz. Es coautor de “Aquí ya no amanece”, junto a Abigail Muiba, Nohely Guzmán y Simón Muiba. El monte ha traído su voz en paisajes sonoros y una muestra de plantas, historias y los restos después del incendio.
“¿Será que puede ser cuestionado?” Preguntó Nohely a Abigail y Simón, por los fragmentos óseos de animales quemados que son parte de la obra.
“¿Por qué tenemos nosotros que tener miedo de contar nuestra historia y de traerla a la ciudad como es? ¿Por qué tenemos que cuidar las sensibilidades en las ciudades cuando es nuestra experiencia todos los días?”, respondieron.
La exhibición se ideó durante los incendios forestales de 2023. En medio de los esfuerzos por apagarlos, los registraron y buscaron otros modos de narrar. “La decisión de trabajar (la obra) es porque no creíamos que los incendios podrían ser peores este año”, relata Nohely.
El viaje del monte a la ciudad terminará pronto. La exhibición estará abierta hasta el 18 de octubre en Espacio Patiño. La parte visual fue realizada por Abigail y Simón, quienes recrearon un pedazo de su comunidad y lo que sucede cuando llegan las llamas. “Presentaron las prendas que utilizaron para apagar el fuego. Ahí hay una inscripción muy tangible y muy concreta”, comenta Nohely.
La otra parte es un paisaje sonoro de 15 minutos. Es un montaje de las grabaciones que Nohely realizó entre octubre y diciembre. La elección de un formato sonoro de los incendios no es solo un simbolismo de la voz del monte. También se escuchan las interacciones de los pueblos de Moxos. “Queríamos que escuchen las conversaciones diarias de las comunidades. Se puso el formato sonoro para que se sientan unos minutos en el bosque”, expresa Abigail.
Los incendios más allá de los números
Los abuelos y abuelas se han empezado a acordar, por ejemplo, de los cuentos, de las leyendas del fuego, han empezado a preguntarse. Han empezado a recordar que hay ciertos árboles que si uno los toca puede llover (Nohely Guzmán).
Aunque es muy importante contar con datos sobre los incendios, reconoce Nohely, detrás de los números, las gráficas y los mapas se oscurecen las historias de todos los seres que conviven en el monte. Recuperar esos sentidos que se viven, pero que no se reflejan en la información sobre los incendios es también importante, recalca:
«Es muy peligroso reproducir solamente los números olvidando o abandonando estos universos enteros, estos sistemas de creencias y de conocimiento que tienen una historia tan larga en estos territorios que sostienen la vida».
Mostrar el vínculo tan íntimo entre los territorios y los seres que los habitan es uno de los objetivos de la exhibición. Los elementos visuales y sonoros representan esa indivisibilidad.
«El monte es de nosotros. Somos los dueños de ahí y el monte es dueño de nosotros. Quisimos sacar a la luz qué estamos viviendo y así sacarnos a la luz también a nosotros mismos», explica Abigail Muiba.
El incendio no termina cuando se sofoca. Simón Muiba explica que las huellas del fuego también muestran cicatrices imborrables que quedan en los pueblos y los territorios. Con la sequía posterior, las nuevas siembras tienen plagas. Con los terrenos quemados, la migración en búsqueda de trabajo incrementa. Con la extinción de plantas medicinales, se pierden conocimientos ancestrales.
«Las huellas que deja el fuego son terribles para nosotros. Después del fuego, se secan los pozos, el mismo río, el agua queda contaminada por la ceniza. Las cicatrices son demasiadas y a veces cuesta sanar», explica Simón.
Aquí ya no amanece
El título de la obra es parte de una de las conversaciones de las coautoras. Abigail usó la frase para describir cómo la densidad del humo no permitía ver el sol, o acaso distinguir solo un punto rojizo-anaranjado.
Nohely es geógrafa de profesión. Para ella, el no ser artista le permite hablar y dialogar de otro modo con Abigail, con su territorio y también con la ciudad. Los nueve meses que vivió en Moxos la articularon a la vivencia común de las huellas y las cicatrices que deja el fuego. La obra, explica, «también nace de la urgencia y de la experiencia de haber vivido sin poder abrir los ojos».
La obra también es una forma de hacer el duelo, de honrar el duelo. Simón y Abigail cuentan que la exposición les permitió procesar el cambio de color de su monte. También reconciliarse con ciertas cosas y traer la voz suya y del monte para que la gente pueda escucharles.
Abigail también apela a quienes han salido de sus comunidades: «Solo queremos hacerles recuerdo de dónde pertenecen y qué está pasando en el entorno donde ellos vivieron alguna vez», explica. El duelo no solo es por lo que ya se perdió, sino por lo que esto significa para la sobrevivencia de los pueblos indígenas:
«Le prenden fuego para poder sembrar algo (…) sin pensar en nosotros como pueblos indígenas, en cómo nos están haciendo desaparecer. Están tratando de borrarnos de nuestros territorios al deshacer nuestros montes», insiste Simón.