La campaña #NoNosPerdamos del Cineclubcito Bolivia sigue rompiendo fronteras. Este miércoles nos trae la cinta ‘Terras’, de la cineasta brasileña Maya Da-Rin, con quién podremos conversar después de la proyección online. Si quieres unirte a este encuentro, que apoyamos con cariño desde Muy Waso, solamente tienes que anotarte aquí.
Mariana Ríos Urquidi
Las fronteras físicas de los territorios son, en esencia, fronteras simbólicas que establecen los límites impuestos por las naciones. Son divisiones invisibles, algunas veces distinguidas por cercos y por la fuerza ejercida por la ley y el orden de cada país. En el proceso de construcción identitaria son los relatos compartidos en uno y otro pueblo, en sus creencias, pensamientos, formas de actuar y de vivir los que van arraigando la pertenencia de sus habitantes a un lugar y a un grupo. Por lo tanto, las fronteras parten necesariamente de la construcción simbólica de los pueblos y de los poderes que actúan sobre estos.
El documental Terras (2009), de la directora brasileña Maya Da-Rin, nos propone pensar en estos límites al situarse en la frontera entre Colombia, Perú y Brasil ubicada en la Amazonía. Su cámara pasea las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) registrando el ir y venir de sus habitantes, recorriendo con ellos en autos, motos, botes y a pie, a través de los límites que son transitados constantemente por personas y mercancías.
“Las fronteras sirven para quitar libertad, para impedir el libre desenvolvimiento de unas personas”, dice uno de los habitantes de Leticia mientras conduce un auto y luego explica que mucha gente del interior de Colombia llega a esa ciudad con la idea errada de poder salir hacia otro país, “una vez aquí, quedan estancados”, explica. ¿Quiénes llegan a la frontera? Los desplazados, responde él.
Da-Rin lleva a los espectadores en un recorrido amplio y diverso a través de esa frontera tripartita y en ese tránsito, la directora construye un mapa de cuerpos y espacios que cohabitan entre límites más difusos. “Para el indígena no hay fronteras”, afirma una de sus protagonistas guías, perteneciente a la tribu de los Boras que se extiende por los territorios amazónicos de los tres países fronterizos que se encuentran en ese lugar. Ella explica que tiene familia en uno y otro país y por ello recorre libremente estos territorios, resguardada por la densa vegetación de la selva que dificulta el control oficial.
Otro protagonista menciona que los indígenas han ido perdiendo espacio en la ciudad, y que han tenido que adaptarse a las costumbres de la sociedad, “la ley del blanco”, dice él, que poco a poco provoca el desplazamiento de su identidad. El protagonista reconoce también la influencia de la cultura “norteamericana” sobre sí mismo y sobre la cultura colombiana. “Nosotros estamos perdiendo nuestra identidad”, agrega.
Las imágenes de Terras se registran siempre en movimiento, sin identificar un punto de partida ni de llegada. El montaje establece una secuencia de relatos de distintos personajes, una secuencia de manifestaciones de la frontera que parece responder a una intención por entender este lugar a partir del flujo constante, del intercambio y de la mezcla resultante de él.
La cámara de Da-Rin se enfoca también en planos detalle de superficies terrestres, de plantas y grietas diminutas que consolidan las propias fronteras difusas de la naturaleza. Un sobrecogimiento se apodera del espectador ante la inmensidad de esa selva y la increíble cantidad de elementos vivos y minúsculos que conviven en ella y que constituyen el plano completo de sus mapas.
La pregunta que surge entonces es, ¿por qué nos esforzamos tanto por reducir, separar y diferenciarnos en esta mezcla extraordinaria que es la vida en este planeta? El anhelo de pertenencia y de controlar nuestra propia complejidad podría ser una respuesta.