Estamos a poquito, poquito, de un gran encuentro literario: Rodrigo Hasbún, María José Navia, Fernando Barrientos y Alba Balderrama se reúnen en el espacio que nos inventamos con una de nuestras editoriales más queridas: Nido de Cuervos. ¿Aún no lxs conoces? Leé esta entrevista y venite a la fiesta, nos vemos a las 19:00 AQUÍ.
Muy Waso//Pablo Concha
Reunimos esfuerzos con la editorial El Cuervo para continuar abriendo espacios en los que todes podamos dialogar sobre cultura y literatura. Esta noche inauguramos Nido de Cuervos (19:00), una transmisión en línea de charlas con escritorxs latinoamericanxs, parte del grandioso catálogo del sello independiente más importante del país.
Hoy el pretexto es la más reciente novela de Rodrigo Hasbún, Los años invisibles. Para la ocasión lxs amigues cuervos invitaron al escritor cochabambino, la autora y académica chilena María José Navia, y la gestora cultural y productora cinematográfica Alba Balderrama. Moderará la conversa el editor de El Cuervo, Fernando Barrientos.
Todo online y full HD, gracias a la gestión técnica y las herramientas de nuestra plataforma de formación #SubversivA. ¿Ya te dieron ganas de sumarte? Solo desdes inscribirte en este enlace y llegar temprano (cerramos la sala con las 100 primeras personas).
Para ponerle más onda al asunto, aquí dejamos una interesante conversación de Hasbún con el escritor colombiano Pablo Concha.
-La novela Los años invisibles es una ampliación del cuento “Ladislao”, incluido en su libro Los días más felices, publicado en 2011. ¿Por qué decide volver a esa historia?
-Es una historia que me siguió dando vueltas desde entonces, y abordarla esta vez en una novela y no en un cuento me ofrecía la posibilidad de ahondar más en los personajes, en sus aventuras exteriores y en sus guerras interiores, en todo eso que más les importa y más les duele. Por encima de eso, me ofrecía sobre todo la posibilidad de ver qué había sucedido con los personajes veinte años después. Porque Los años invisibles para mí es eso más que nada: una contraposición entre lo que llamamos el pasado y lo que llamamos el presente, una indagación sobre el tiempo y la memoria y sobre cómo lidiamos con ambos.
-El narrador de Los años invisibles escribe sobre la adolescencia para liberarse de lo que le sucedió a él y a sus amigos, para tratar de entender, pero ocurre todo lo contrario: el peso de los recuerdos lo abruma. ¿Habría que hacer lo que sugiere Andrea, borrar el pasado y nunca mirar atrás?
-Para seguir adelante es necesario recordar pero también es imprescindible olvidar. Ojalá pudiéramos estar más en control de esas dos cosas, ojalá pudiéramos recordar más intensamente ciertos momentos y borrar de forma radical algunos otros. Pero no podemos, y eso hace que la memoria sea un territorio tan complejo y decisivo, un territorio donde además el pasado nunca permanece quieto. Se mueve y transforma tanto como el presente y el futuro. Lo seguimos reinventando continuamente, para bien y para mal.
–Los años invisibles, aparte de ampliar y complejizar unos relatos de Los días más felices, deja de manifiesto el hecho de que son ficción. ¿Cómo y por qué decide incorporar este elemento metaficcional en el libro?
-La distinción entre ficción y realidad, entre imaginación y memoria me parece cada vez más tenue, y en la escritura a menudo termina disolviéndose. Ese origen ambiguo de las historias me interesa, y quería evidenciarlo en la novela. Quería que la novela propiciara la pregunta sobre el grado de “realidad” de eso que le sucede a Ladislao y a Andrea, que propiciara la pregunta pero no que la respondiera. Por eso, a diferencia de ti, creo que yo no me animaría a concluir que la novela “deja de manifiesto el hecho de que son ficción”.
-Un tema importante de la novela, tal vez el principal, es el de que “hay una distancia insalvable entre la vida y la literatura” y el hecho de que “esa distancia es menor en los libros de los grandes escritores”. ¿Puede ampliar esa idea?
-Es una provocación del narrador, que piensa que los escritores que más importan son aquellos que saben mirar de frente hacia la vida, sin la literatura de por medio. Cuando estás empezando a escribir, es muy común que lo hagas atravesado por la mirada de los escritores que más te impactaron. En esos textos no hay una respuesta directa a la vida, sino más bien un acercamiento deslavado a ella por medio de una mirada ajena, digamos la de Kafka o la de Borges, o la de cualquier otro. Lo que plantea el narrador es que son pocos los escritores que logran desentenderse de esos filtros y esas sombras. Plantea también que es algo que sucede más tarde que pronto, que no es posible ver la vida en serio antes de los cuarenta. Hasta entonces la mayoría de nosotros vamos avanzando con los ojos vendados.
-En el personaje de Andrea es donde más se aprecia el contraste entre realidad y ficción. Sin embargo, muchos de esos años invisibles (entre la adolescencia y el presente) son un misterio para el lector. ¿Qué tan factible es que la volvamos a encontrar en un futuro cuento o novela?
-Me cuesta saber sobre qué escribiré más adelante, o si me interesará retomar a estos personajes en otros cuentos o novelas. Si surge el impulso o la necesidad, lo haré sin duda, pero no es algo que me gustaría forzar o que me tengo propuesto. Dicho esto, admiro profundamente los proyectos de algunos escritores que vuelven una y otra vez a unos cuantos personajes o a un mismo lugar. En Latinoamérica son emblemáticos los casos de Onetti y Saer, y la obra de ambos puede pensarse como un rompecabezas interminable, que dependiendo de cómo ordenes los libros va ofreciendo resultados distintos. Bolaño también jugó muy bien a eso.
-¿Cuáles son los autores de cabecera de Rodrigo Hasbún?
-El ejercicio de armar una lista tentativa siempre termina siendo injusto y un poco engañoso, pero te lanzo algunos nombres. J. M. Coetzee es quizá el escritor al que he admirado con más constancia estos últimos veinte años. Agota Kristof y a Natalia Ginzburg les tengo un cariño enorme, y vuelvo siempre a sus libros, así como vuelvo a la poesía de Pessoa. En estos últimos años, los libros autobiográficos de Deborah Levy son de lo que más me ha entusiasmado.