El “Bombón asesino” no solamente fue protagonista de episodios tan oscuros como la narcodictadura de Luis García Meza o carga una lista inmensa de procesos por corrupción, sino que además es un homófobo confeso. ¡Qué se acabe la fiesta de los zombies políticos! ¡Qué no vuelvan nunca más!
En las últimas semanas Bolivia ha vivido el retorno de personajes de una añeja y hedionda tradición política. Contrariamente a lo que cualquiera podría (o quisiera) imaginar, el regreso de gente como Manfred Reyes Villa ha reavivado un espíritu segregador y violento entre ciertos sectores de la población.
Algunas pititas parecen estar hechas para prohibir el paso de aquellos que manifiesten su diferencia y, en el peor de los casos, para ahorcar a cualquiera que intente romper los moldes de la clase media racista, clasista y machista.
El “Bombón asesino”, ex militar entrenado en la Escuela de las Américas, no solamente carga una lista inmensa de sospechas por corrupción, gracias a su omnipotencia en la Alcaldía y la Prefectura de Cochabamba, sino que fue protagonista de varios episodios luctuosos en la historia nacional: la narcodictadura de Luis García Meza, la Guerra del Agua, Octubre y Enero Negro.
Durante el Gobierno de Facto de los ochenta ejerció como edecán de García Meza. Luego, en “democracia” llevó su carrera política junto a Acción Democrática Nacionalista (ADN) del también dictador Hugo Bánzer Suárez.
En el 2000, fue partícipe directo del intento por privatizar el servicio de agua potable en Cochabamba y fue el culpable directo del tarifazo que fue el principal detonante de un conflicto histórico que dejó más de 170 heridos y seis fallecidos.
Por si fuera poco, con esos antecedentes, el hombre con los bigotes más siniestros de Bolivia también es un homófobo confeso. Durante su candidatura a la presidencia en 2002, en una entrevista televisiva transmitida a nivel nacional dijo con sorna que no aceptaría el enlistamiento de homosexuales en las Fuerzas Armadas bolivianas porque representaría tener “tantos enfermos de SIDA”. Con una sonrisa burlona, tras el exabrupto, dijo: “ya hablando en serio, no se puede aceptar”.
Finalmente, selló su intervención, digna de un troglodita con mostacho, diciendo un frase que nunca debemos perdonarle: “sí, el homosexualismo es una enfermedad”.
Reyes Villa retornó a Cochabamba el reciente martes, luego de diez años de “exilio” en Estados Unidos. Llegó “arropado por la Resistencia Juvenil Cochala”, como reporta el diario Opinión, una organización parapolicial que representa sus mismos intereses.