La Pedro ha vuelto a nuestros corazones mediterráneos para ofrecernos un mar de rebeldías y disidencias, regado de estrellitas de glitter y purpurina. Gracias al Cineclubcito, con el estreno en Bolivia de ‘Lemebel’, volvimos galopar nuestras luchas junto a la yegua del apocalipsis.
Christian Egüez
Desprenderse de la normativa hegemónica gay y de su agenda de integración en torno al poder y a la sociedad heterosexual es, quizás, el primer paso para encaminar nuestros cuerpos hacia la disidencia. Es, quizás, el primer paso para asumir el lugar peyorativo de la historia sexual que nos precede y configurar el discurso del sujeto político revolucionario del futuro. Renunciar al itinerario de privilegio del derecho, la igualdad y la inclusión neoliberal y retomar la transgresión, la subversión y el desacato: devolverle al cuerpo la discusión política. Redimensionar el lugar de enunciación para que al final de la tarde todas hayamos podido emitir un fragmento de voz insurrecta e insatisfecha, tal vez sin haberle dado solución a nuestras causas, pero con la certeza de haber sido escuchadas por alguien.
En esta impune democracia, donde se reafirma que la violencia es ley y la heterosexualidad un régimen, lo que necesitamos es impulsar un despertar de nuevas escrituras, cuerpos y sexualidades. Necesitamos construir narrativas sexuales marginales y críticas de alto nivel creativo, usar el lugar de la exclusión a nuestro favor, afinar la mirada frente a las formas de gobierno que tejen nuevas opresiones en el terreno patriarcal. Necesitamos identificar la violencia y transgredirla, venga de donde venga, se manifieste como se manifieste. Usando la seducción como única arma para el levantamiento político.
«Amor es amor» es el lema de los movimientos lésbicos y gays. ¿Existe una consigna más fofa, idiotizante, desmovilizadora y normativa que esa? ¿Es suficiente ser lesbiana o gay para afirmar que el amor es amor? ¿Dónde ha quedado el carácter transgresor de vivir a contracorriente de la supremacía sexual? ¿En qué momento nuestro objetivo dejó de ser la transformación social para convertirse en la validación-inclusión-aceptación del sistema de violencia? ¿En qué momento nos creímos el cuento de que institucionalizar nuestra sexualidad, nuestro afecto y nuestro erotismo a través del matrimonio igualitario, debía ser la causa central de nuestra lucha?
¿Ya no existen las maricas revolucionarias? ¿Dónde están? ¿A dónde se fueron? ¿Se han extraviado en la jungla patriarcal buscando el amor de sus vidas? ¿Están por ahí regadas en la ciudad celebrando y callando la violencia? ¿Están malgastando su tiempo pidiendo perdón? ¿Están ocupadas secándose las lágrimas por el último intento fracasado de vivir una relación monógama y binaria? ¿Se convencieron de que era más fácil adherirse al sistema de opresión que luchar contra él? ¿Dónde están las lesbianas que gritaban contra el orden patriarcal? ¿Dónde están los gays que se sublevaban a la hombría y el machismo? ¿Existieron alguna vez? ¿Dónde quedó la masa descontenta que buscaba incomodar al sistema?
Pedro Lemebel, escritora, poetiza, performera, contestataria, artista, el terror de la dictadura y las elites clasistas. Diva y marica. Fiera impaciente, veneno antipatriarcal, única e irrepetible. Ha llegado la hora de retomar su performance. Retomar el cuerpo como territorio de existencia, allí donde se atraviesan todas las cuestiones de lo político, arrojar el cuerpo a la disputa, volverlo discurso, desgarrarlo y entregarlo a la lucha.
Somos lesbianas, gays, bisexuales, trans, maricas, marimachas y travestis, pero no somos minoría. Asumirse en la minoría es desconocerse del universo social y fragmentar los asuntos colectivos. Asumirse minoría es aceptar el chantaje de la petulancia heteronormativa que presume de mayoritario y único. Preferimos habitar nuestras luchas al lado de las mujeres, las indígenas, las pobres, las discapacitadas, las prostitutas, las débiles, las afrodescendientes, las gordas, las menopaúsicas, las obreras, las trabajadoras del hogar, las viejas y las olvidadas, todas acuerpadas por un mismo horizonte feminista, transfeminista y disidente sexual.
Pedro Lemebel, la que nunca pone la otra mejilla, la que no tiene miedo, la mariquita linda, la que no necesita disfraz, la denunciante de la hipocresía, la que se enfrenta a la sociedad tiránicamente heterosexual y clasista, la que busca un mar para las niñas bolivianas, la Frida travesti, la yegua apocalíptica, la saboteadora de las inauguraciones de arte, la interpeladora de la intelectualidad, la que rechazaba invitaciones a las fiestas literarias, la ninguneada por la crema elitista sabihonda y oficial, la cronista periurbana de historias sexo-políticas-disidentes, la loca de trinchera, la voz crítica de la izquierda y feroz con la derecha, la poseedora de una capacidad infinita para la escritura, la bandolera emplumada, la que nos enseñó y demostró que desde la periferia y las marginalidades se puede irradiar otras perspectivas y prácticas transformadoras. Esa es la Pedro Lemebel que tenemos presente. Esa es la voz que rescatamos y revivimos, esa es la voz que no se apagará nunca.
Por siempre habrá motivo para rebelarse envilecidas contra la injusticia, por siempre las narrativas del cuerpo serán nuestro lugar de consuelo.
Por siempre seguirán naciendo niños y niñas con las alitas rotas.
Por siempre el espectáculo machista recibirá nuestra respuesta reaccionaria.
Por siempre soñaremos con un cielo rojo para poder volar.
Por siempre estaremos definiendo los nuevos destinos del travestismo como herramienta de liberación.
Por siempre viviremos reclamando la soberanía de nuestros cuerpos.
Por siempre intentaremos desmantelar la ficción opresiva de las mafias machistas, los dogmas y sus partidos.
Por siempre seremos la que mueran gritando pero nunca en el silencio cómplice de las manadas violadoras y sanguinarias.
Por siempre habitaremos el lugar de demanda y manifestación para un nuevo oleaje revolucionario.
Por siempre las sombras que genera este sistema patriarcal servirán como escondite para entretejer conspiraciones necesarias.
Por siempre dejaremos atrás el temor de ser vencidas y abandonadas.
Por siempre nos agitaremos al mínimo avance del sometimiento y el odio.
Por siempre retomaremos la voz de quienes nos antecedieron, por siempre seremos maricas disidentes, transfeministas, incorruptas y desmarcadas de la herencia colonial y dictatorial… por siempre seremos Pedro Lemebel.