En Muy Waso tenemos los ojos bien abiertos y hacemos nuestros deberes. Te ofrecemos una lista con los motivos por los que jamás nos verás vestidas de fucsia y abrazadas a una chica corimexo.
Muchas discusiones se han desatado en torno al texto que María Galindo le dedica a la campaña Yo soy mi primer amor, impulsado por Maricruz Rivera; tal como sucedió hace dos años, cuando se publicó originalmente el texto.
En este espacio decidimos volver a poner el debate sobre la mesa, reeditando esa columna, por su pertinencia, por el peligro que representan este tipo de articulaciones inocuas para las luchas feministas y porque aún parece haber dudas respecto al porqué la marea fucsia no es tan inofensiva como parece.
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Si bien el texto de Galindo es bastante certero en muchos de sus cuestionamientos, también es cierto que apunta a hechos concretos de la coyuntura política de 2016, la vida sentimental de Maricruz Rivera y su pasado (sí, lo personal también es político y no nos parecen apreciaciones desdeñables, pero…), lo que debilita su mensaje y parece dejar hilos sueltos que se hicieron el principal acicate para discursos antifeministas, que aprovechan cualquier chance para desprestigiar esta corriente, o aquellos que reivindican un feminismo empaquetado, bonito y consumible.
Por eso, desde Muy Waso, consideramos necesario puntualizar cuáles son los dispositivos discursivos y simbólicos que hacen de Yo soy mi primer amor un artefacto contrafeminista y antisubversivo. A continuación, intentamos responder(nos) a la pregunta que planteamos en el título.
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¿Por qué Yo soy mi primer amor no es feminista?
✊ Porque convierte uno de los estandartes de la lucha feminista en un producto inocuo y conciliador. El problema de la violencia sistemática contra la mujer no solo tiene que ver con golpes, gritos e insultos, sino con la propiedad sobre el propio cuerpo -biológico, intelectual y afectivo-, sobre la capacidad de tomar decisiones sobre él y sus conductas. También se debate el dominio sobre el placer y el goce personal, que si bien es un aspecto absorbido superficialmente por la campaña, con un velo cartucho y conservador, la trampa reside en la disociación de este territorio con la reivindicación de la mujer como sujeta social y políticamente activa.
✊ Porque apuesta a su masificación a partir de un peligroso proceso de estetización de un gran colectivo de mujeres bajo cánones excluyentes, patriarcales y estereotipados.
✊ Porque en este proceso de hacer de una reivindicación feminista un objeto potable y masivo, también lo convierte en un bien de consumo, en una marca vendible y comercializable. Un feminismo de boutique.
✊ Porque despolitiza. En esta seguidilla de artilugios por transfigurar una demanda social y política, neutraliza el potencial subversivo de miles de mujeres jóvenes y convierte un grito de inconformidad con el estado de las cosas en un decálogo de autoayuda barato.
✊ Porque en este mismo territorio, el de lo simbólico, subvierte negativamente la voz política de miles de mujeres, jóvenes en su mayoría, haciéndola un objeto ornamental y circunstancial, con un poder de movilización atenuado, limitado a la reproducción de la misma campaña y regulado desde el orden social hegemónico, ya sea económico o político.
✊ Porque devuelve a un ámbito privado una lucha que nunca debería abandonar el espectro público y que siempre debería servir como catalizador de movilización y radicalización feminista.
✊ Porque limita la visión crítica de las mujeres jóvenes, respecto a las problemáticas que les conciernen, a su fuero interno. Les hace creer que son las responsables de “cambiar su mundo”, sin cuestionar las condiciones materiales y sociales que las rodean y oprimen.
✊ Porque desmoviliza. Contrariamente a la interpretación que podríamos hacer de una fotografía con miles de mujeres con atuendos fucsia inundando calles y avenidas, Yo soy mi primer amor debilita el potencial político de las mujeres en las calles, actuando como placebo y centrando su discursividad en un optimismo idiota e individualista.
✊ Porque impide visualizar la articulación de un movimiento de mujeres políticamente activas. En la misma medida en la que despolitiza, la marea fucsia plantea la resolución de un problema como la violencia desde un ámbito restringido a lo personal e íntimo, obviando así un principio fundamental para la cohesión de la cuerpa feminista: la sororidad.
✊ Porque trivializa un problema estructural de la sociedad como la violencia machista, quitándole gravedad e incluso dándole un rostro amable, sacando de cuadro sus verdaderas causas e impidiendo focalizar y desestructurar sus orígenes.
✊ Porque, en el caso concreto de la violencia de género, pone los reflectores sobre la víctima, sublimando su rol, haciéndolo pasivo y dejando en las penumbras a los verdaderos culpables.
✊ Porque revictimiza a las mujeres que sufren violencia. En ese mismo sentido, Yo soy mi primer amor vende la falsa premisa de que son las mismas víctimas las culpables de su situación y que son ellas también las responsables de modificar su condición.
La lista podría seguir durante otras tantos minutos más. Cabe resaltar que muchas de nuestras observaciones al movimiento de Maricruz Rivera son transversales y se entretejen repetidamente, porque el machismo es una estructura social. Ese es otro de los peligros que encarna el fucsia, hacernos creer que la violencia de género desaparecerá por sí misma, sin que interpelemos a los aparatos de poder que reproducen condiciones de desigualdad entre nosotres.
Estamos más despiertas que nunca, no van a engañarnos. Nunca más.