¿Puede un grupo de periodistas monopolizar la verdad y decidir quién ejerce su derecho a informarse? ¿Tienen la potestad de prohibirle a un ciudadano ejercer su derecho a documentar y comunicar los hechos que vea convenientes? Aquí te contamos cómo un grupo de «periodistas mordaza» propiciaron la detención de un estudiante de cinematografía en La Paz.
Mijail Miranda Zapata
Lo rodean como camorreros. Le cortan el paso, le apuntan con cámaras, celulares, grabadoras y micrófonos. Comienza el interrogatorio. «¿De dónde vienes? ¿De qué medio? ¿Qué prensa independiente? ¿No estoy haciendo mi trabajo?». Responde a medias. Dentro suyo: rabia, miedo e indignación. Intenta esquivarlos y seguir su camino. Lo persiguen. Uno intenta quitarle su cámara. A lo lejos una mujer grita «¡prensa vendida!» Unos pasos después lo señalan, lo acusan, lo entregan. Otros pasos más y un par de policías lo mete a empellones dentro el cuartel de Tránsito de la avenida Mariscal Santa Cruz en La Paz. «Vamos a investigar, vamos a investigar», grita uno de los oficiales.
¿Investigar qué? ¿El ejercicio irrestricto de libertades garantizadas por la Constitución Política del Estado, en más de un artículo, y la Declaración Universal de Derechos Humanos?
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Dice la CPE en su artículo 21 que todes tenemos el derecho a «acceder a la información, interpretarla, analizarla y comunicarla libremente» y «expresar y difundir libremente pensamientos u opiniones por cualquier medio de comunicación, de forma oral, escrita o visual, individual o colectiva». Garantías que no pueden ser suspendidas ni siquiera durante un estado de excepción (artículo 137).
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 19, Declaración Universal de Derechos Humanos
¿Investigar qué, entonces?
Su nombre es Alexandro Fernández Mancilla, tiene 26 años y cursa la carrera de Cine y Producción Audiovisual de la Universidad Mayor de San Andrés. Según contó a la agencia ANF la decana de la Facultad de Humanidades de la UMSA, «es un estudiante muy activo, que no merecía ser arrestado».
“Soy una persona que está indignada porque la prensa no está haciendo su trabajo. No hay nadie que esté cubriendo estas movilizaciones (las que reclaman justicia para los muertos en Senkata)”, les dijo a sus primeros captores, los periodistas mordaza.
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Y es que durante las últimas semanas surgieron muchas denuncias de que los medios de comunicación hegemónicos, a excepción de algunos, bajo el pretexto de no tener condiciones de seguridad suficientes, decidieron informar sobre lo que sucedía en El Alto a través de videos y audios de WhatsApp. Decidieron contar los muertos -así, como números- a distancia y con indolencia.
Un reclamo legítimo, porque el cerco mediático ya no puede disimularse. Un desencanto profundo, porque para la prensa mordaza las vidas y reclamos de unos parecen valer más que la de otros. Un reclamo colectivo, porque decidió salir junto a sus compañeros universitarios porque, claramente, algo no anda bien. O porque, finalmente, le dio la gana de salir a grabar por un compromiso personal con la historia, el cine o el documental. Todxs tenemos el derecho de hacerlo.
Los periodistas mordaza, no aquellos que ponen por encima de sus intereses la pluralidad de voces, la libertad de expresión e información, al conocer la noticia de Alexandro cierran filas y dicen que «no cualquiera» puede tomar su lugar. Exigen «formación profesional» (pese a que en Bolivia no existe ninguna carrera de periodismo), credenciales, agremiación. Reclaman ser los dueños de la verdad porque «están en las calles», como si el resto de lxs ciudadanxs viviéramos ajenos a ellas.
Como bien detalló Miguel Vargas, un reconocido editor y periodista con varios años en el ejercicio de esta labor, de imponerse esas condiciones un gran porcentaje de las redacciones quedarían vacías, quizás sin sus mejores talentos.
¿Sabrán los periodistas mordaza que la CPE dice que «los medios de comunicación social no podrán conformar, de manera directa o indirecta, monopolios u oligopolios», con todo lo que esto representa?
El oficio periodístico ha sido corporativizado y devaluado, se ha transformado en una máquina reproductora de los relatos oficiales que le convienen y legitimadora de rumores y noticias falsas. Las tecnologías de la información y la comunicación, en lugar de convertirse en herramientas de desarrollo e innovación, han viciado una labor que, en los tiempos de una campaña global de desinformación y manipulación, tendría que tomar la vanguardia en contra de la arremetida ultraconservadora y antiderechos que acecha en todos los rincones de nuestras vidas.
Por eso mismo los «Alexandros» son fundamentales en la construcción de otras formas de comunicar e informar. Por eso mismo su silenciamiento forzado debe llamar nuestra atención. Los medios alternativos y colaborativos, las comunidades organizadas en torno a sus propias voces, las asociaciones de estudiantes rebeldes, los entusiastas de la información y los datos, los expertos y especialistas con vocación de servicio, que deciden salir a las calles para poner el foco sobre las historias que el poder y los medios tradicionales intentar ocultar son los últimos refugios de aquello que entendemos como periodismo.
Hace algunas semanas en un taller internacional un reconocido cronista argentino me preguntó cómo imaginaba el futuro del «negocio». Le contesté que la prensa estaba condenada a desaparecer, que los periodistas tal y como los concebimos ahora tenían como destino la extinción. Entre indirectas cargadas de soberbia y burlas acabó preguntándome «¿qué mierda hacía ahí?».
¿Qué respondí entonces? No mucho. ¿Qué respondo ahora? Soñar con nuevas formas de sentir, pensar y hacer periodismo. El periodismo será independiente, autónomo, subversivo y comunitario o no será.