Al menos tres artículos del Código Civil y otros tantos del Código de Ética de la ANP fueron pisoteados en una de las unidades móviles más vergonzosas de la historia de la televisión boliviana. Una escalofriante muestra de «poder y placer» sobre el dolor ajeno.
Esther Mamani
Entre las diez y las once de la noche del 17 de junio, el periodismo boliviano vivió una escena macabra. Dos poderosos y famosos se entregaron al hedonismo del rating. José Pomacusi y Jimena Antelo sostuvieron la transmisión en vivo y directo de la muerte de una persona, posiblemente contagiada con la COVID-19.
Su reportera, Marianela Aguirre, brinda el informe y hace algunas preguntas a los voluntarios que son filmados junto a los familiares de un hombre que perdió la vida frente a las cámaras de No Mentirás, a nivel nacional.
¿Cuáles son los límites del “en vivo y directo”? ¿Algún otro medio de comunicación buscará transmitir otra muerte? ¿Qué tipo de negocio con el dolor intentan imponer?
El periodismo atraviesa una crisis sin retorno, desde los contenidos, las nuevas tecnologías y la falta de recursos económicos que han acorralado a los medios de comunicación. A esto se suma la pérdida de credibilidad, sin la cual nos es imposible trabajar. Y sí, cada medio es una fauna aparte, nosotras hablamos desde las obreras de la información.
Ni Pomacusi ni Antelo pueden decir que no leyeron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos o la mismísima Constitución Política del Estado, porque es el deber de todo periodista conocer las normas que protegen y regulan nuestro oficio.
Del abanico de normas que regulan al periodismo, el Código Civil es el más contundente al señalar las faltas que cometieron en No Mentirás la noche del miércoles. Los artículos 16, 17 y, en especial, el 18 nos hablan del derecho a la imagen, honor y la intimidad. Vamos a dejar los artículos palabra por palabra.
Artículo 16. Derecho a la Imagen
Cuando se comercia, publica, exhibe o expone la imagen de una persona lesionando su reputación o decoro, la parte interesada y, en su defecto, su conyugue descendientes o ascendientes pueden pedir salvo los casos justificados por la ley, que el juez haga cesar el hecho lesivo.
Artículo 17. Derecho al honor
Toda persona tiene derecho a que sea responsable su buen nombre. La protección al honor se efectúa por este Código y demás leyes pertinentes.
Artículo 18. Derecho a la Intimidad
Nadie puede perturbar ni divulgar la vida íntima de una persona. Se tendrá en cuenta la condición de ella.
Por otra parte, la Ley de Imprenta de 1925 indica en su artículo segundo que los responsables de delitos cometidos por la prensa son los autores de la publicación, directores de medios impresos y editores.
Ok, las normas en el país pueden ser longevas, pero los códigos de ética no quedan obsoletos ni prescriben en el tiempo. Hoy, como en 1925 o 2050, los periodistas tenemos la misma tarea de hacer un trabajo responsable. No hablamos de moral, hablamos de ética.
Ninguna de estas conductas fue respetada anoche en No Mentirás. El programa de televisión no centró su foco en la muerte de una víctima del nuevo coronavirus y nuestro precario sistema de salud, sino que aprovecharon la situación para transmitir un discurso: «no a las elecciones». ¿No Mentirás sirve como altavoz de José Pomacusi y Jimena Antelo que, al parecer, no quieren elecciones?
Es una posición que pueden validar con todos los argumentos que quieran, pueden hacer todas las entrevistas, como corresponde, a personajes políticos y autoridades en sus distintos niveles, pueden usar todos sus espacios de influencia (revistas, programas de radio, televisión, afiches o panfletos). Tienen todas las herramientas posible, pero nunca tendrían que apostar por instrumentalizar el luto de una familia en medio de una emergencia.
Tampoco pueden decir que esa exhibición morbosa se trata de periodismo, que es un servicio a la comunidad, porque solo se benefician ellos mismos. Esa hora y media de transmisión en vivo hiere de muerte la credibilidad del periodismo en el país.
Durante esa penosa transmisión no hubo escrúpulos. Justificaron su decisión asegurando que solo querían ser el cable a tierra de autoridades y políticos con lo que viven los ciudadanos en las calles y hospitales durante la pandemia. Sin embargo, en ningún momento Antelo dejó de tocar el tema de las elecciones.
La Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicación y Transportes (ATT), el Tribunal Nacional de Ética Periodística o el Ministerio Público parecen ni inmutarse tras este hecho. El silencio parece ser su respuesta.
El Tribunal de Autorregulación Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia tiene 17 códigos de ética.
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Vamos a recordarles a José y Jimena esas conductas, algunas de ellas se acomodan con contundencia a lo que hicieron.
8. La consideración y compasión deben llevar a los medios a respetar la vida privada de las personas y a no publicar nombres de sospechosos que no hubieran sido oficialmente imputados. Tampoco deberían publicarse nombres ni fotografías de menores de edad que cometieran actos delictivos o estuvieran mezclados en incidentes o reyertas, ni fotografías que atenten contra la moral o causen impacto desagradable. Debería evitarse la agresividad contra los entrevistados. Los periodistas deberían buscar siempre ser respetados y no temidos por la sociedad y las fuentes.
12. Los medios deben evitar el sensacionalismo, porque éste no es periodismo. Por el contrario, es una forma de manipulación de la información, Tampoco deben hacer apología del delito ni difundir comportamientos delictivos que induzcan a la imitación.
El video posteado en Facebook y compartido miles de veces permite a este programa, y sus «dueños», seguir gozando de «poder y placer». Probablemente, pasarán esta polémica impunes y, pese a las críticas, el morbo y el sensacionalismo seguirán formando parte de su menú. Pero, ¿quiénes aprovechan el banquete?