En medio de los intentos del relato oficial por criminalizar la rebeldía en la ciudad de El Alto, recuperamos cinco canciones para que la insurgencia no se agote nunca.
Lucía Ticona
Luego de la masacre de Senkata el silencio, la impunidad, las negociaciones y la ignominia. Luego de la masacre de Senkata el racismo de la clase media rebrota sin pudor. Luego de la masacre de Senkata la memoria de los fallecidos es pisoteada y lo familiares reciben provocaciones de la mismísima presidenta, porque su campaña es la del miedo al otro, al que piensa distinto, al que vive lejos, en las periferias. Ese ha sido, finalmente, la narrativa impuesta luego de la crisis electoral de 2019: el odio y el miedo contra todes quienes no tengan cara de Sopocachi, Equipetrol o América.
Por eso, en el aniversario de la ciudad de El Alto, recuperamos dos voces rebeldes, insurgentes, necesarias en este contexto en el que se busca silenciar, desde el Estado y los medios hegemónicos, las demandas e inconformidades de una gran parte de la población. Un muteo que va mucho más allá de la partidocracia y que pretende reinsturar un modelo de país en el que lo indio se folcloriza, lo marginal se criminaliza y las diferencias se recubren bajo una pútrida noción de «igualdad».
Nina Uma y Ukamamu y Ké (+) son dos referentes históricos del hip hop en nuestra indómita ciudad de El Alto. Sus voces han salido de las calles y han permanecido, acaso con fugaces lapsus, en ellas. Mientras el pop rock de las principales capitales hace de la música un reducto elitista y reaccionario, muchos artistas alteños reivindican su trabajo como herramientas de lucha para romper cercos, para no bajar la mirada, para no dar la otra mejilla.
Hoy más que nunca, hoy igual que ayer, nadies nos calla: ¡El Alto de pie, nunca de rodillas!