Nuestra parte de noche, la novela ganadora del reciente Premio Herralde, es el más reciente trabajo de la argentina Mariana Enríquez y está disponible en Bolivia a través de plataformas digitales.
Un corazón agónico, un ceremonial, torsos forzados a la contorsión, un medium, dedos y labios devorados, miembros que no regresarán, pero que dejan cicatrices latentes. Vestigios de un dios voraz. Lejos de la futilidad del gore, la narradora argentina Mariana Enríquez hila con destreza y elegancia un relato que se apodera de ciertos misterios y nos entrega a las prácticas oscuras más brutales.
Nuestra parte de noche se abre así, como un cuerpo vivo, un cuerpo ritual. Un cuerpo que Enríquez ha desmembrado en seis capítulos, que se arma de a poco y con diferentes bocas, para encaminarnos en una experiencia que se bate entre la posibilidad de lo oculto y la crudeza de lo real.
Juan, el único medium capaz de encarnar a La Oscuridad -un ente arcano e insaciable-, es quien inicialmente conduce el recorrido entre las prácticas crueles de un culto anglosajón practicado por familias poderosas y adineradas de Buenos Aires. Él vive atormentado en el intento de proteger a su hijo Gaspar, con métodos violentos y herméticos, del destino de esclavitud que le espera por los «dones» que le heredó.
La Orden de la Sombra, creadora del culto, ejerce su poder y violencia sin pudor sobre quienes considere necesario, para obtener lo que desea: la ruta precisa hacia la inmortalidad, además de otros beneficios ligados a su clase. Sus prácticas no conocen límites y empujan los cuerpos hasta la última frontera, sometiéndolos a torturas y presiones extremas.
Toda esa violencia desbocada acecha con más fuerza cuando nos topamos con situaciones que remiten a episodios históricos cercanos en el tiempo, que terminan siendo igual o mucho más atroces: las torturas, desapariciones forzadas y represión perpetrada por la dictadura argentina en contra de las clases populares, obreras y revolucionarias.
Los crímenes y la impunidad que aún hoy gozan las clases adineradas y que los blindan ante la crisis social, política y económica de un país entero, fomentando su vida en el derroche. Una aproximación necesaria a un contexto histórico crítico, pero indispensable para entender Latinoamérica. La memoria se escribe en los cuerpos de nuestros mutilados.
Después de que Juan mira con desprecio a quienes lo han sometido, sentencia: “nos parecemos a los dioses que adoramos”. Y muchos de los que ocupan ese altar son encarnación de lo peor que llevamos dentro.
El acercamiento de la autora hacia el inaccesible mundo de los grandes ricos en Argentina se dio de forma inesperada, cuando elaboraba un perfil de la escritora argentina Silvina Ocampo. Las entrevistas que realizó durante esta investigación le permitieron obtener muchos detalles para incorporarlos en la novela.
Por otro lado, nos ofrece una experiencia fundamental, aunque sucinta, sobre las ritualidades locales y también las guaraníes. La madre de Gaspar, quien toma la voz del relato en uno de los capítulos, tiene especial interés por las criaturas mitológicas selváticas y, mediante su media hermana, nos revelan algunos ritos locales argentinos, como aquellos tan populares que se le dedican a San La Muerte o al Gauchito Gil.
Para aquellxs que acompañamos la obra de Enríquez, disfrutamos los encuentros con referencias a sus trabajos previos y muchas de sus obsesiones. Como en el caso de las disfunciones cardíacas en su cuento «Dónde estás Corazón», que reaparecen como parte fundamental del protagonista, quien a pesar de cargar con un defecto congénito en el corazón, es sometido a situaciones extremas por presiones de la Orden.
También vemos retornar a Adela, del libro Las cosas que perdimos en el fuego, una niña sin brazo que es devorada por una casa abandonada. El cuento se incorpora en la novela, casi en su totalidad, salvo por algunos cambios. Sin embargo, se integra plenamente al relato mayor.
Mariana Enriquez nos desnuda bajo una niebla omnipresente y deja al descubierto nuestra propia humanidad, la más repulsiva y siniestra, esa que no necesita justificarse tras un dios oscuro para ser abominable.
Al cerrar el libro, tu cuerpo ha sido arrebatado, en el trance oscuro de más de 700 páginas, como una última pieza para cerrar el rito de Nuestra Parte de Noche: la oscuridad que todos llevamos dentro.