Una de las cineastas más admiradas de la región reflexiona sobre el peligro de la ultraderecha a lo Jair Bolsonaro, la legalización del aborto y el maltrato de Argentina a sus comunidades indígenas.
Salta, la ciudad del noroeste donde nació y vivió hasta los 19 años, forma parte de lo que en Argentina se conoce como el interior, en contraposición a Buenos Aires, una estructura de centro versus periferia que ya estaba presente en la época colonial retratada en Zama, su última película.
«Nuestros países tienen todavía una impronta de la colonia tan fuerte que están configurados con un polo de producción, de comercio, de decisiones administrativas y después está el resto que crece a la buena de dios. Esa estructura colonial, que mirá cuantos años llevamos, 500, no se ha podido modificar o sólo muy levemente. El pasado colonial nuestro está tan presente en las decisiones que se toman que después de la independencia incluso agudizaron algunas cosas», explica la cineasta Lucrecia Martel, antes de participar en la edición 33 del Festival de Cine de Mar del Plata .
«El estatuto del indio, por ejemplo, durante la colonia española tenía más beneficios y leyes que lo protegían que después de la independencia. Después casi desaparece la condición de ser indígena, era como un ciudadano que en realidad no contaba para la vida política ni económica y las tierras que eran de ellos pasan a ser fiscales.
«Toda la situación del mundo indígena empeora a partir de la independencia. En este país echamos la culpa a los países que nos colonizaron y hemos inventado esa mitología de los héroes del siglo XIX cuando en realidad lo único que hicimos fue legitimar una matriz de exclusión enorme», continúa.
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