«Si Murillo lo dice debe ser cierto». Esa parece ser la lógica de buena parte del periodismo boliviano. Muchos medios reprodujeron, sin confirmar que sea cierta, una acusación del ministro de Gobierno en contra de un enfermo por COVID-19 en estado crítico, que murió días después sin poder defenderse.
Muy Waso
No debería sorprendernos que los políticos aprovechen la crisis sanitaria para obtener réditos electorales o denostar a sus rivales políticos. No tienen escrúpulos, nos lo demuestran a diario. Pero, aprovechar la desgracia de una persona en estado de coma, difamarla y denostarla incluso después de su fallecimiento raya en lo insano. Que todo esto suceda con la torpe «complicidad» de una gran cantidad de periodistas y medios de comunicación es todavía más vergonzoso. Arturo Murillo y un ejercicio periodístico sin ética ni rigor son la verdadera combinación de la peste.
¿Cómo comienza esto? Con el ministro de Gobierno, como suele ser habitual, lanzando acusaciones infundadas, desviando la atención pública de la pésima gestión gubernamental de la crisis y aprovechando cualquier micrófono para atacar a sus rivales políticos. El 8 de junio, Murillo dijo, en una conferencia de prensa en Cochabamba:
«Hace unas tres o cuatro semanas atrás el Alcalde de Entre Ríos se burlaba de la enfermedad y decía que era un invento de la derecha y del imperio».
La cita es textual (confirmada en tres grabaciones distintas, porque en este medio sí hacemos nuestro trabajo) y completamente FALSA.
https://www.facebook.com/100649398268987/videos/258781752226756/
Sin embargo, muchos medios tradicionales dieron por cierta esta declaración atribuida por Murillo al exalcalde de Entre Ríos Aurelio Rojas. Es más, muchos tuvieron la poca profesionalidad de usar esa atribución, sin corroborar su veracidad, como titular. Pese a la gravedad de la acusación, el delicado estado de salud de Rojas y el difícil momento que debió estar atravesando su familia, la prensa hegemónica decidió prescindir de cualquier ética y hasta de sentido común.
Las redes sociales, como no podía ser de otra forma, estallan, los discursos de odio y discriminación recrudecen. Murillo se frota las manos y desde los medios celebran la extraordinaria lluvia de likes y comments, aun sin entender para qué sirven.
En una rigurosa búsqueda en hemerotecas digitales, motores de búsqueda, redes sociales, YouTube y grupos de en plataformas de mensajería, MUY WASO no encontró ninguna cita textual comprobable, video o audio que confirme la versión de Murillo.
A continuación dejamos cuatro claves por las que consideramos falsas las acusaciones del ministro de Gobierno y con las que comprobamos que buena parte del periodismo boliviano vive una grave crisis profesional y ética.
1. Las engañosas «tres o cuatro semanas» de Arturo Murillo.
Conocido por presentar fotografías, audios, videos y cadenas de WhatsApp como pruebas irrefutables, llama la atención que el ministro de Gobierno no haya utilizado ninguno de estos recursos para probar su acusación en contra de Rojas. Además, la atribución que hace Murillo no tiene fecha ni lugar preciso (como demandan los manuales más básicos del periodismo tradicional).
Por otra parte, en un video difundido por Unitel como una de las última apariciones públicas de Rojas, se mira y escucha a la autoridad municipal brindar un informe sobre la situación de la pandemia en Entre Ríos. No niega su existencia, no se burla de la enfermedad, ofrece datos epidemiológicos. Según la cadena televisiva, ese video fue grabado tres semanas antes de su deceso.
2. Aurellio Rojas trabajando contra la pandemia
En un video del 5 de abril de la red informativa Kawsachun Coca el exalcalde de Entre Ríos brinda detalles sobre las labores que realizaba su despacho para garantizar el cumplimiento de la cuarentena en su municipio. Incluso menciona tareas de coordinación con el Ejército, haciendo referencia a que gestionaron recursos para solventar la alimentación y otros gastos de los soldados que colaboraron con tareas de control durante el confinamiento.
https://www.facebook.com/RadioKawsachunCoca/videos/543114466338737/
En esta misma entrevista, Rojas denuncia la falta de atención del Gobierno de Jeanine Áñez: «No nos han mandado ningún apoyo a los municipios del Trópico (…), no ha llegado nada ni un barbijo al municipio de Entre Ríos».
«Estamos haciendo en el puente Ichilo un control estricto, los soldados están fumigando y los médicos están controlando la teperatura», se oye informar a Rojas. Nuevamente, ninguna burla, ningún mensaje que de a entender que el nuevo coronavirus es un invento.
3. La falta de rigor de la prensa
Ni siquiera al momento de desinformar los medios tradicionales pudieron ponerse de acuerdo. Cada uno eligió a su gusto una fecha distinta para los dichos falsos atribuidos a Rojas por Murillo.
Según Página Siete sucedió al inicio de la pandemia, para Opinión una semana antes de su fallecimiento, para El Deber unos días antes de ser diagnosticado con la COVID-19. Es decir, ninguno de estos medios fue capaz de siquiera respetar «la fuente» de la desinformación, aka Arturo Murillo, que indicó que las afirmaciones de Rojas tuvieron lugar «tres o cuatro semanas» antes del 8 de junio.
Como se puede corroborar con los videos anteriores, Rojas, en sus contactos con la prensa, en ningún momento relativiza la gravedad de la pandemia y sus gestiones siempre estuvieron enmarcadas en atender la emergencia sanitaria.
4. Ni un solo rastro
Los medios tradicionales andan siempre ávidos de titulares sensacionalistas, escarnio público e información basura, por eso es que llama la atención que ninguno de los periódicos citados en los párrafos de arriba haya usado antes la frase atribuida falsamente a Rojas. Tal como la engañosa acusación de Murillo les sirvió para ganarse unos miserables likes cuando el exalcalde de Entre Ríos no tenía forma de responder por su crítico estado de salud, bien pudieron aprovechar esa cita mucho antes. Pero nunca fue dicha, por eso no aparece en ningún sitio nacional o internacional.
Al menos esa es la conclusión que sacamos al revisar exhaustivamente los repositorios digitales de cuatro de los principales medios escritos del país, tres motores de búsqueda distintos, tres redes sociales, YouTube y cinco grupos de WhatsApp de periodistas en Cochabamba.
Hablemos de veras, ¿qué dicen los códigos de ética?
El sacrosanto código de ética por el que los directores de los principales medios del país se ufanan cada tanto dice en su primer artículo, citamos también de manera textual (porque nos corresponde cumplir con esta obligación):
«La veracidad de la información debe ser la primera condición imprescindible para su publicación. Los periodistas deben agotar todos los recursos lícitos para llegar a esa verdad o aproximarse lo más cerca de ella. Los editores y jefes de información deberán evitar la publicación de noticias que carezcan de veracidad. La mentira, los rumores, las versiones de corrillos de oficinas públicas o privadas no deberían ser publicados porque afectan a la credibilidad y seriedad de los medios. Solo deberán publicarse hechos comprobados y corroborados por fuentes responsables e idóneas o respaldados por documentos».
En su tercer punto, además, este documento que parece servir de poco para el periodismo boliviano, puede leerse:
«Solo deben ponerse entre comillas las frases textuales de los protagonistas, informantes o testigos de los hechos noticiosos».
Por otra parte, pese a que el líder cocalero Andrónico Rodríguez denunció la falsedad de las acusaciones, exigió pruebas que confirmen los dichos de Rojas y pidió a los medios de comunicación que rectifiquen la publicación de la cita inventada por Murillo, redactores y editores miraron al costado. Pero volvamos a su bendito código de ética:
«Los medios están obligados moralmente a rectificar los errores, equivocaciones o inexactitudes en las que hubiera incurrido al difundir informaciones o comentarios, aunque no hubiera reclamos ni pedido de rectificación de los afectados. Las rectificaciones deberían publicarse tan pronto como fue descubierto el error. Si el error causara daños, el medio no debería dudar en pedir disculpas».
Hasta hora no hay más que un culposo silencio. Debe ser la costumbre de ejercer este oficio sin ética ni rigor.
Como bonus, uno de los medios que utilizó como titular la frase no comprobada y malintencionada de Murillo, hablamos de Página Siete, exhibe en su propia página web un código de ética propio, que tampoco parecen muy interesados en cumplir. ¿Qué dice este documento?
Citamos, de manera textual, como corresponde, un par de puntos llamativos:
«El periódico podrá no publicar acusaciones graves que no tengan fundamento o pruebas. Ello se cumplirá aunque sean presentadas por declaraciones ‘on the record’ o bajo la modalidad de ‘solicitada'».
«Cada vez que se presente información que no convenga o afecte a los intereses de una persona o institución, el diario hará los máximos esfuerzos por obtener la opinión de esa parte afectada. Si aquello no se lograra, se informará detalladamente a los lectores los esfuerzos realizados».
Para los medios que se vanaglorian de ser imparciales, veraces, profesionales, la ética no parece ser más que un PDF archivado en algún rincón de su página web.
Y dale la oveja al trigo
Más allá de la aberrante instrumentalizacion política de un enfermo crítico, luego fallecido, por parte de varios integrantes del Ejecutivo -Wilson Santamaría e Iván Arias también hicieron escarnio público del exalcalde de Entre Ríos, llama la atención el lamentable estado del periodismo boliviano tradicional que no hace más que repetir el discurso oficial, sin contrastar fuentes, sin dudar de las intenciones politiqueras de las autoridades, sin cuestionar sobre los temas realmente álgidos.
https://youtu.be/zIZuOm8ezps
El periodismo hegemónico en Bolivia se mueve como un rebaño de ovejas pastoreado por personajes que han construido su carrera política con base en infamias y acusaciones casi nunca comprobadas. ¿Qué rol cumplen estos medios de comunicación para con la sociedad si no hacen más que reproducir lo que salga del discurso oficial? ¿En qué queda su labor de fiscalización al poder?
Muchos medios de prensa, pese a las advertencias de que la acusación de Murillo se trataba de una calumnia, no corrigieron ni borraron, ni siquiera corrigieron la deficiente e imprecisa redacción de sus reportes.
Algo similar sucede con las agencias verificadoras de noticias, que omiten temáticas como esta para dedicar sus «esfuerzos» a comprobar bulos ridículos y sin trascendencia en la opinión pública nacional.
¿Para qué sirven los verificadores si solo se ocupan de aquello que no afecta al poder económico o político? ¿Cuál es su utilidad si no se ocupan del discurso oficial manipulado y tergiversado? ¿A quién les son útiles divulgando verificaciones que son realizadas también por otras decenas de medios alrededor del mundo y no aquella información respecto a la deficiente gestión de la crisis sanitaria?
Urgen alternativas comunicacionales, urgen periodistas comprometidxs con un oficio urgente en tiempos en los que la información también es un botín.