Las sesiones #NoNosPerdamos del Cineclubcito Boliviano nos trajeron películas memorables. Te compartimos una reseña de la ópera prima de Eloísa Solaas, Las Facultades, que vimos durante nuestra última proyección online. También podrás revisitar la conversación completa con la cineasta argentina en esta nota.
Nuestro próximo encuentro es el miércoles 13, con el film Cuando Ellos se Fueron de la directora ecuatoriana Verónica Haro Abril. Inscribite aquí
Mariana Ríos
La ópera prima de la directora argentina Eloísa Solaas se centra en un hecho concreto: los exámenes orales que realizan algunos estudiantes de distintas facultades de la educación pública universitaria en Buenos Aires. A través de una cámara discreta, Solaas registra a estudiantes de ocho carreras durante algunos de los momentos de preparación y posterior realización de las pruebas, y los acompaña mientras se apropian de los espacios y dinámicas características del mundo académico.
Las Facultades (2019), cinta que le valió el premio a mejor directora en el BAFICI, retrata con simplicidad los instantes en los que estudiantes se enfrentan a la posibilidad de interpretar el rol que han elegido para proyectarse en la vida.
Entre ellos vemos, por ejemplo, a un grupo de estudiantes de Derecho en una audiencia montada para enfrentar a fiscales y defensores ante un caso que espera el veredicto final del maestro, quien hace también de juez. La situación es planteada como un juego de doble sentido en el que, el éxito de la puesta en escena, el lenguaje técnico, la interpretación y la habilidad de cada uno de ellos significará la resolución del conflicto y la aprobación de la materia.
En la película vemos también a estudiantes de filosofía, agronomía, arquitectura, medicina, física, música y sociología mezclarse en los pasillos esperando su turno para ser evaluados, presentarse ante los docentes explicando los temas, recibiendo sus notas y volviendo a las aulas para continuar. Nosotros como espectadores entendemos que esta es una dinámica que no tiene final, porque el aprendizaje nunca termina.
Vemos a un estudiante de medicina identificar, en un cuerpo sin vida, las partes nombradas por el docente. Vemos también a la directora de cine María Alché, registrada en su faceta de estudiante de filosofía, exponer con mucha claridad las ideas de autores como San Agustín sobre la divinidad y la imperfección del mundo que habitamos. Vemos a Jonatan, un estudiante privado de libertad, que se pasea por el aula mientras describe sus ideas sobre la caracterización de los presos según sus acciones. Como ellos, varios más son parte de distintos escenarios que componen esta obra.
Lo curioso de las imágenes de Solaas es que, la simpleza de su registro y el cuidado en lograr que la cámara pase desapercibida ante los retratados, nunca significa la falta de ambición de la cinta, porque a los espectadores nos genera la sensación de estar presenciando los acontecimientos “reales”, estar de pie o sentados junto a ellos, acompañándolos sin perdernos de nada. Esta sensación es propia del artificio del cine y me trae a la mente un texto del comparatista español, Víctor Escudero, donde explica que la aparición del cine significó en las artes la posibilidad de un registro que enfatizaba la neutralidad de lo que se situaba ante la cámara. En la literatura, por ejemplo, escritores como Virginia Woolf y James Joyce pensaron, a partir del surgimiento del séptimo arte, en la posibilidad de avanzar hacia la desaparición de la mediación del narrador y de la intensificación del efecto de transparencia en la representación.
La realidad registrada con la cámara estática de Las Facultades establece la presencia de la máquina que, como un ojo mecánico registra la imagen del mundo surgida automáticamente.
La potencialidad del registro cinematográfico evidenciada durante los primeros años de su aparición está presente en este documental, en la intención de su directora por neutralizar el punto de vista que, busca menos narrar que documentar. Y en la documentación neutra del registro abre las posibilidades del artificio pues pone ante nuestra mirada el azar y a través de él abre la apreciación de nuestros sentidos. Con la manipulación del montaje, sin embargo, nuestra mirada percibe la mano de la realizadora que corta la cinta.
Por eso al final de Las Facultades vemos a una estudiante fracasar cuando intenta explicar la teoría del “realismo” de Bazin. La directora elige cerrar con una suerte de discurso nervioso que nos habla del montaje prohibido y de la imposibilidad de escapar a la subjetivación del ojo que mira.