Cuando Josephine Baker llegó a Viena en 1928, el parlamento austriaco celebró un debate para decidir si esta bailarina afroamericana era una amenaza para la moralidad pública. En ese contexto, una fotografía rebelde y solidaria de Madame d’Ora se enfrentó al racismo conservador. Conoce más de su irreverente mirada.
El clero anunció que tañerían las campanas desde el momento que llegara su tren para advertir a sus feligreses sobre los peligros del “diablo hecho carne, el demonio de la inmoralidad”. Y la alcaldía acabó por suspender su función en el teatro Ronacher. Ese mismo año, Josephine Baker posó para Dora Kallmus en su estudio de París: la fotógrafa vienesa decidió retratarla en toda su belleza, toda su negritud, desnuda y majestuosa. Esa era la iconoclasta Madame d’Ora.
La fotografía se puede ver en la amplia retrospectiva que le dedica el Museo Leopold de Viena hasta el 29 de octubre, un total de 330 fotografías, ocho vestidos de alta costura y material documental de la época.
También exhibe la portada de 1927 de Die Bühne (la revista cultural de mayor tirada de Austria) con Josephine Baker cubierta solo con unas plumas, y que encendió la polémica.
“No era la única mujer dedicada a la fotografía en Viena, pero sí fue la primera en imponerse con un éxito incontestable. Fue la pionera en retratar a estrellas de la danza, el teatro o la pintura como modelos, fuera de su elemento, algo que hoy es habitual en todas las revistas, y en mostrar a la aristocracia en actitudes muy poco convencionales”, explica Monika Faber, comisaria de la muestra.
Su compromiso con la historia
Tras la II Guerra Mundial su fotografía dio un giro radical. Documentó la vida precaria de los campos de refugiados en Viena y Salzburgo, donde se hacinaban prisioneros liberados de campos de concentración nazis y también alemanes expulsados de Yugoslavia y Checoslovaquia.
La mujer de origen judío que había padecido el holocausto puso su cámara delante de los refugiados alemanes para denunciar su condición de víctimas. En París, cuando se acercaba a los 70 años, frecuentó los mataderos para mostrar el bestiario sangriento de las carnicerías.
Y conservó la mirada blasfema. Al escritor William Somerset Maugham, abiertamente homosexual, lo fotografió en 1955 en su villa en Cap Ferrat junto a la estatua de un obispo.
En 1962 se retiró a su casa familiar en Estiria que había sido arianizada durante el Tercer Reich.