Ayer se recordaron 125 años del nacimiento de Howard Phillips Lovecraft, distancia temporal que uno apenas logra percibir en cuanto se sumerge en el oscuro universo de criaturas míticas que el norteamericano logró crear y que se materializan cada vez que abrimos alguno de sus libros. Para recordarlo, compartimos un breve acercamiento a su vida y obra.
Michelle Nogales
Criado por un abuelo amante de la lectura, sobretodo de historias fantásticas al estilo gótico, el pequeño H. P. Lovecraft con el tiempo logró llevar sus escritos mucho más allá de lo que experimentaba en su cotidianidad y desarrolló un especial gusto por la literatura que después marcaría su narrativa.
Desde muy pequeño disfrutó de una educación exquisita, minuciosa y en casa, asistiendo contadas veces al colegio. Su familia, muy conservadora, con esta rutina dejó en él un gusto particular por la soledad y cierto desencanto por lo humano. Quizás a consecuencia de ese estilo de vida fue que logró erigirse como un creador de mundos y seres inimaginables.
«Lugares como ese conservan propiedades extrañas y tal vez sus tenebrosas tradiciones afecten a la mente de los hombres que se aventuran por sus calles desoladas y hediondas, sus techos vencidos y su campanarios desmoronados. ¿Acaso no es posible que un germen de locura contagiosa aceche en lo más profundo de Innsmouth como una maldición?», concluía, quizás a modo de prefiguración, en «La sombra sobre Innsmotuh», uno de sus principales relatos de horror.
Gente cercana a él relató sus excéntricos paseos nocturnos a los cementerios y su gusto por las cuevas, arboledas espesas y lugares sombríos. Tal vez hayan sido también estos insólitos pasatiempos los que lo llevaron a producir textos fantásticos desde una edad temprana: a sus seis años escribió su primer relato, el desaparecido «The noble eavesdropper». A los dieciséis años ya era columnista de un periódico de Providence, Estados Unidos, y editaba varias revistas. Su genialidad, a esas alturas, era evidente, sí, pero para entenderlo en esencia siempre será necesario adentrarse en la profundidad de sus cuentos.
Desde uno de los dioses primigenios de su panteón, Cthulhu, en las honduras del mar o en las proximidades de un mal sueño, hasta seres demoníacos habitando las paredes de una habitación alquilada, los personajes que nos regala Lovecraft son esbozados solamente a partir de las expresiones de temor de quienes cruzan camino con ellos, dándole una nueva vocación narrativa al miedo, adjudicándole el verdadero protagonismo, que, por otra, solo es posible de visualizarse en la mente del lector, gracias a descripciones atiborradas de adjetivos sombríos.
Los personajes que recorren los lúgubres escenarios lovecraftianos son, sencillamente, sobrevivientes de los horrores a los que se ven enfrentados, no son capaces de resolver ni derrotar las representaciones de su creador, ni mucho menos pensar en hacerse héroes. Esta es, en última instancia, el mayor horror al que nos enfrenta el maestro de lo tenebroso: el crudo reflejo de nuestra fragilidad frente a lo desconocido e incompresible, aquello que somos incapaces de aprehender.
No, no nos olvidamos de ti, Howard Phillips Lovecraft ???. ¡¡Feliz cumpleaños, maestro del horror ??️?️???!!Te seguimos leyendo y admirando incansablemente, porque eres de lo waso su muy Muy Waso.
Gepostet von Muy Waso am Montag, 20. August 2018
Para Stephen King, otro icono del género, Lovecraft «es el príncipe oscuro y barroco de la historia del horror del siglo XX». No se equivoca. La literatura que nos dejó el nacido en Providence, revela mecanismos que insertan aún en nuestros días sucesos incomprensibles en casas y calles de ciudades pequeñas y, de alguna forma, cercanas, hasta el punto de hacernos dudar si podrían, incluso, ser las nuestras, esas que recorremos y habitamos a diario.