La ultraderecha se abre paso alrededor del mundo. Pero, también de manera global, la resistencia se teje, fortalece y crece. Una compañera boliviana en España escribe un emotivo texto reivindicando la migración en este país, en contra del discurso nacionalista que recientemente ha legitimado su odio en las urnas.
Valeria Canelas
He conocido el mundo entero en España. Y también he aprendido las palabras de la política cotidiana: asamblea de barrio, colectivo, fiesta solidaria, la penúltima caña, el bar de siempre…
Y estas dos cosas: una sociedad que tiene la riqueza de estar formada por múltiples culturas, y sus variadas formas de vida, y la política de la vida cotidiana -que muchas veces ni siquiera se percibe como política en un sentido estricto- forman parte de un mismo movimiento, un impulso vital irrefrenable, que hay que defender a toda costa.

Cuando Francisco Serrano, el hombre cabeza de lista de VOX aquí en Andalucia, dice cosas como que España perderá su identidad por los inmigrantes y refugiados muestra que en realidad está hablando con la nostalgia casposa de una construcción que ya no existe. Lo artificialmente propio, embalsamado, replegándose sobre sí mismo. Esa España de la que habla se corresponde cada vez menos con la realidad.
España es barrio, no bandera.
Es irte al mercado a comer un ceviche y por la noche ir a bailar música de Ghana y cumbia.
Es desayunar en el Casa Manolo o en el Bar La Manzanilla un pincho de tortilla mientras escuchas un apasionado debate futbolístico sobre la liga española.
Es ir al tabanco y empezar a saberte de memoria la letra de alguna alegría -«cuando se entra por Cai, por la Bahia/ se entra en el paraíso, de la alegría/de la alegría mare, de la alegría»- y al día siguiente ir a comer una salteña a la tienda de al lado del tabanco.
Y puedo estar casi segura que algunos de los votantes de VOX le compran las frutas al latinoamericano del barrio, o que sus hijos van al instituto con los hijos de migrantes marroquíes y rumanos.
Nuestro apoyo a la doctora agredida en Linares (Jaén). Los inmigrantes tienen que saber que te integras en nuestra cultura o te largas. Vamos a ver cuantas feministas condenan esta agresión. #andaluciaporespaña. ✅VotaVOX https://t.co/10f1a2958A
— Francisco Serrano (@FSerranoCastro) November 28, 2018
También estoy segura que en lo cercano, en los saludos e intercambios cotidianos, no tienen miedo y piensan que todas esas personas son muy simpáticas, educadas y trabajadoras, y que incluso comparten ciertas impresiones sobre el clima o sobre lo descuidado o lindo que está el barrio últimamente.
Estoy convencida que cuando su vecina africana les cuenta cosas de su tierra, les cocina algún plato típico de su ciudad, todo les parece muy interesante y encuentran resonancias con su propia vida, similitudes con algún sabor de su infancia.
Las migrantes vivimos en los barrios, somos también los barrios, la vida en nuestras calles es irreductiblemente diversa y eso es una oportunidad, no una amenaza.
El poder conocer el mundo entero dándote una vuelta por el barrio es parte de lo maravilloso que tiene España. Cuando llegué aquí, esa vida, esa diversidad vibrante, me cambió por completo, me hizo sencillamente mejor persona.
No podemos dejar que nos arrebaten eso, que nos cieguen con una bandera que representa muchísimo menos que el bar de la esquina, donde se juntan todas las vecinas del barrio, lo que en realidad es la España viva.
Sin embargo, a la hora de votar ha habido una desconexión entre ese vínculo cotidiano y los discursos incendiarios que agitan el miedo a lo diferente. Quiero pensar que mucha gente no se ha dado cuenta de que, en realidad, lleva años conviviendo con lo diferente y que en lugar de ser terrible, como vaticina Serrano, solo ha enriquecido su propia experiencia vital.
Por eso, ahora más que nunca, es necesario disputar el sentido del término inmigración, que así encerrado en los discursos del miedo queda absolutamente desvirtuado. Hay que decir una y otra vez que el miedo que agitan esos discursos desdibuja lo que en realidad es la inmigración: la vida abriéndose paso, creciendo y floreciendo en nuestros barrios, migrando, como siempre ha hecho nuestra especie, fortaleciendo la política de la vida cotidiana frente a los discursos de odio que desembocan en la muerte.
Y eso, la muerte que siempre generan las fronteras, es algo que ninguna bandera puede tapar.
Frente a su reconquista, nuestros bares contrarios a las fronteras, nuestros barrios llenos de vida.