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Emancipación y resistencia, así se llama nuestra historia

Columnistas

Escrito porCamila Azeñas
08/10/2022
guardado en Tribuna Libre
Tiempo de lectura: 5 mins.
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Imagen referencial a un conjunto de mujere hablando
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Hablar de la lucha por la emancipación de la mujer es hablar de la reconstrucción histórica de las prácticas que materializan las luchas reivindicativas de nuestros pueblos. Especialmente, en una sociedad fundada en la racionalidad patriarcal y colonial,

Estas luchas, desde siempre, estuvieron acompañadas de procesos complejos de pensamiento que produjeron saberes. Ya sean políticos, teóricos, filosóficos y artísticos. Además de estar en constante flujo e intercambio para la conformación de sentidos, por fuera de formas institucionalizadas, jerárquicas y homogeneizadoras de la producción del saber.

Allí su vigencia y validez está garantizada y respaldada por ubicarse al margen de los ámbitos para esa labor (la academia) dispuesta por el orden dado, capitalista, patriarcal y colonial que pretende mantener inmutable las desigualdades propias de los mecanismos de explotación. Tanto sobre cuerpos feminizados y racializados, como sobre nuestros territorios.

El papel de la mujer en la historia fue subestimado. Las mujeres se encuentran subrepresentadas y silenciadas en el relato histórico institucionalizado. Este papel fue escrito bajo la lógica del descarte de todo aquello pensado y producido fuera de una estructura vertical. Y junto al aval academicista que, a través de dispositivos disciplinarios del pensamiento, pretende esterilizar una teoría crítica con la potencia de consolidar el proceso de liberación.

Un proceso que consiste en conquistar las condiciones materiales necesarias para que los cuerpos, y los procesos plurales de producción de conocimiento, se vuelvan activos para expandir y construir el detonante del sistema.

Las narrativas de nuestras luchas

Recuperar las narrativas de luchas de las mujeres en nuestros territorios es indispensable, porque construyen nuestra historia y esta es básica para nuestra emancipación.

Una lectura crítica de la realidad no puede ser ahistórica, pues carecería de herramientas a la hora de cuestionar el sistema de dominación masculino. Un patriarcado mitificado que ha logrado consolidarse como un sistema de dominación dado naturalmente.

Darle historicidad nos permite demostrar que sus funciones y manifestaciones cambian a lo largo del tiempo. Por lo tanto, se quiebra la idea de su forma heredada e intransgredible: no es ahistórico ni inmutable, mucho menos omnipotente y eterno.

Reconocer la historia como la lucha por la emancipación femenina es tomar conciencia que esta lucha no se puede desligar de la lucha de clases. Una es parte de la otra.

En palabras de Gerda Lerner, la posición de la mujer está sujeta a cambios en el tiempo. No solo de forma, sino también de contenido. Esto que nos permite contextualizar los feminismos y resaltar aquellos que ponen bajo el reflector vínculos, violencias y trabajos que se reproducen en una evidente división sexual del trabajo.

Un confinamiento a todo cuerpo feminizado dentro el mundo de las emociones, en contraposición con la razón). Además de inscribirlos en el binarismo sexo-genérico hegemónico.

Las mujeres son ciudadanas de segunda al ser destinadas, por mandato patriarcal, a cumplir una labor reproductiva. No solo de vida, sino también de relaciones patriarco-capitalistas, además de tener que asumir trabajos gratuitos subestimados social y económicamente.

Los caminos simultáneos

Ahora bien, que se considere a las mujeres hoy sujetos sociopolíticos es gracias a la lucha organizada de mujeres frente a estos atropellos. Si bien muchos de estos movimientos no se identifican dentro del feminismo, se encuentran en una incesante interlocución: estamos todas en consonancia con nuestra emancipación a la par de nuestros pueblos.

Esta dinámica nos arrastra por caminos simultáneos. Como bien señala Laura Fernandez, es un intercambio que suma. Cada vez que conversamos, discrepamos, nos escuchamos, nos leemos, compartimos un texto o escribimos, nos hacemos parte de ese camino que la palabra no olvida.

Las violencias machistas tienen raíces estructurales arraigadas en la reproducción de un orden social equivalente, un sistema capitalista directamente patriarcal-colonial. El patriarcado, como el capitalismo y el colonialismo, funciona de manera conjunta. No podemos comprender y pensar en la desarticulación de uno sin pensar en el otro.

Violencia e (in)justicia

Lise Vogel señala la necesidad de un análisis riguroso de las inequidades y las injusticias en el ámbito jurídico. Comento esto a propósito los fallos en el sistema judicial en nuestro país.

Una pregunta por la causalidad estructural, que tiene que ver con cómo se articula de forma singular en cada formación social y coyuntura específica la reproducción de una justicia a la medida de quienes gozan de los capitales suficientes para deslindarse de cualquier responsabilidad y sentencia cabal.

La lucha en la calle que genera y gesta conquistas en cuanto a derechos y en dirección hacia la liberación y la emancipación de la mujer siempre ha despertado aborrecimiento y rechazo desmesurado por las instituciones y los aparatos que encarnan el poder fáctico del sistema patriarcal.

Energúmena y brutal es la respuesta del sistema. Actualmente está reacción ha tomado matices mucho más violentos y peligrosos. Implica un repunte misógino reflejado en la elevación de casos de feminicidios, violaciones y todo tipo de violencias machistas ensombrecidas por los medios de comunicación.

Una descarnada violencia de género que haremos frente en las calles y en cualquier otra plataforma a nuestro alcance.

Etiquetas: EmancipaciónFeministas bolivianasHistoriaResistencia
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