«Lo más hermoso era ver grupos de niñas, adolescentes, longevas, todas juntas”. Laura López Auza de la Comunidad Qhalinchas Allpa de Sucre.
El carácter intergeneracional resaltó para las bolivianas que participaron del Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. Semillero de leyes como la del divorcio o de la despenalización del aborto, el Encuentro de este año articuló a 80 mil participantes.
Mujeres de la Comunidad Qhalinchas Allpa (QA) de Sucre y de la ONG Apthapi Jopueti (AJ) aprovecharon la cercanía y cruzaron hasta Jujuy, Argentina, sede de la versión 37 de este espacio.
Las dos comisiones bolivianas llegaron organizadas y sin filiación a partidos políticos. La primera noche, la Comunidad Qhalinchas Allpa (QA) de música tradicional interpretó los sikus en el escenario central. La ONG Apthapi Jopueti (AJ), que financia proyectos con enfoque feminista, centró su participación en los talleres del encuentro. En esta crónica recapitulamos lo sucedido del 11 al 13 de octubre en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y diversidades
Autoconvocante
“Me impresiona ver a tantas mujeres grandes” dice Bethel Nuñez, de AJ, “ellas que lucharon tanto, comparten de manera amorosa sus experiencias” continúa. Hay consenso sobre lo impactante de la participación intergeneracional. “Lo más hermoso era ver grupos de niñas, adolescentes, longevas, todas juntas” explica Laura López de QA. También destaca la organización, la logística, la disciplina y la propuesta de luchas.
Lucia Cardona, de QA, encuentra favorable que el nombre del encuentro no incluya la palabra feminista, porque no todas se reconocen como tales dentro de su comunidad. Llevan una lucha antipatriarcal con otro enfoque, como las diferentes formas que existen en el continente. Los valores son similares y la amplitud permite sumar gente. El encuentro de 2019 (La Plata) tuvo la participación masiva de 200.000 mujeres. Su capacidad de convocatoria no implica consenso absoluto, es un encuentro cuya diversidad implica la juntanza en las diferencias.
La ritualidad también es un elemento importante, siempre definida por el contexto donde ocurre la juntanza. En esta versión, una mesa y una k’oa que se quemaba al ritmo de sikus dieron inicio al primer día. La Comisión Organizadora (CO) daba la bienvenida a las mujeres en medio de este ritual andino.
Los espacios centrales del Encuentro son la marcha principal y los talleres. La imponente marcha se realizó el segundo día. Los talleres se hacen en las aulas de las escuelas públicas. Luego de su realización, entregan las conclusiones a la CO, para su lectura en escenario el último día.
103 talleres en 16 ejes temáticos
Los talleres también abrazan la diversidad en temáticas y enfoques: pueblos indígenas, activismos, interseccionalidad, diversidades sexogenéricas, salud, trabajo, educación, entre tantos. Se valora tanto la participación que cada taller se divide cuantas veces sea necesario para incluir a todas. Así sucedió en el taller sobre extractivismo y conflictos ambientales, en el que participó Paola Sánchez de AJ.
La autonomía de organización le sorprende. Cada taller procura tener una coordinadora, pero cuando no es posible las participantes deciden quién conducirá.
Se pone orden a la palabra, procurando que las intervenciones duren entre 3 a 5 minutos y se dé preferencia a quienes no hayan participado. Todas las aportaciones se anotan. Lo más intenso es concretar las conclusiones para el documento conjunto que marcará el horizonte de trabajo de la siguiente versión.
Lizeth Mamani, de AJ, pensó que los talleres tendrían a especialistas y luego una discusión general. Pero estas dinámicas difieren de formatos clásicos: es un espacio horizontal. Asistió al taller de economía popular: no hubo distinción entre las intervenciones de licenciadas, cartoneras o profesoras.
Bethel se interesó en las experiencias de organizaciones barriales, provinciales y de áreas precarias que tienen fuertes perspectivas feministas. Contaron cómo la colectividad les ayudó a enfrentar el narcotráfico o a solventar la alimentación en comedores. Las experiencias de micropolítica son vitales para el aprendizaje y la proyección de implementarlas en los grupos desde los que se trabaja.
Estas experiencias movilizan a Bethel. La invitan a pensar en estrategias para que el feminismo boliviano se amplíe más allá de la clase media y urbana. Destaca, por ejemplo, que la organización del Encuentro tenía un galpón de comida propio, lo que genera economía para las mismas participantes. Ese es un gran ejemplo del posicionamiento político hecho práctica, “la logística para generar economía les proporcionó un ingreso que les puede servir hasta fin de año”, comenta Bethel y reflexiona que es una gran enseñanza porque en actividades de este estilo en Bolivia no generaron un espacio así.
El debate en el Encuentro de mujeres y diversidades
Cuando Giovanna Choque de AJ escuchó decir que ya necesitaban verse, que había sido demasiado tiempo -aunque solo pasó un año-, pensó ¿cuándo fue la última vez que hubo un encuentro así en Bolivia? Pensó en que pronto se cumplirán diez años desde el último Aquelarre Subversivo. Ese encuentro duró un par de años y se realizó en diferentes ciudades del país. Pequeño en comparación al de Argentina, pero lo suficientemente grande en Bolivia como para ser memorable.
Hace falta encontrarse, charlar, acordar, disentir, saber escucharse, todo con respeto. Hace falta estar en un espacio de contención, de semillero de ideas y de luchas. Laura también piensa así “Es muy necesario articular, crear redes y encontrarnos dentro de las diferencias” reflexiona. ¿Cómo generamos valor económico de los saberes sin mercantilizar? ¿Cómo le damos la vuelta a la mirada capitalista y consumista? ¿Qué hacemos con la coherencia? Son cuestiones necesarias de debatir en nuestra propia realidad y coyuntura, concuerdan.
El grupo de AJ siente que es hora de que algo así suceda en el país, motivado por la energía e ideas del Encuentro. Es necesario dialogar, aún más por los tiempos caóticos que vive Bolivia. Las Qhalinchas también salieron inspiradas: “es necesario en este momento articular y encontrarnos”. Piensan empezar de manera local y con los sikus, pero sueñan con un encuentro Latinoamericano.
La música
La participación de las Qhalinchas se dio sobre la marcha. Trabajaron muy duro para asistir de forma autogestionada a un encuentro en Perú de manera. No lo lograron por los bloqueos. Una amiga les habló del Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades, y decidieron postular para tocar en el festival de apertura “Música de Raíz”. Las expresiones andinas protagonizaron esa noche, con artistas como Claudia Méndez, el Coro Luna Verde, Dani García y las Venus del Monte, y agrupaciones autóctonas con discursos feministas.
“Ha sido impactante, nos hemos sentido bien chiquitas al comienzo, no nos imaginábamos que iba a ser de esta escala” explica Lucía.
Las Qhalinchas entraron con la bandera palestina, porque también son parte de la acción global en solidaridad por Palestina. El público se les unió animosamente al grito de «¡Incendio y genocidio, el mismo asesino!», aludiendo a las 10 millones de hectáreas quemadas en Bolivia.
Tocaron “thanta morenos”. Rescatan ese ritmo poco valorado a pesar de ser patrimonio de Chuquisaca. Eran cinco sobre el escenario, “unas señoras se acercaron a saludarnos, emocionadas al ver nuestra música y vestimenta”, recuerda Guadalupe Ugarte. Fueron reconocidas por migrantes bolivianas de locaciones remotas quienes se emocionaron al añorar Bolivia.
A las Qhalinchas les llamó la atención los grupos grandes, 15 a 20 mujeres, que innovan con instrumentos o ritmos alegres. En Bolivia, los sikus estaban destinados solo para varones. Es una lucha reivindicar a la mujer sikurera, por eso les emociona ver a tantas agrupaciones.
El momento más emotivo, expresan, fue el recibimiento en la 9° Caminata por el agua y la vida. Allí se encontraron con personas que les compartieron sus historias de lucha de varias generaciones. Esas narraciones las inspiraron y les dieron fuerza para seguir con lo que hacen.
Encontrarse también es disentir
Cualquier encuentro, más de esta magnitud, es un espacio abierto al disenso y al debate.
El taller en el que participó Paola no terminó del mejor modo. La experiencia se desequilibró por la irrupción del orden, de manera violenta, protagonizada por un hombre cis. Coordinar los talleres requiere habilidad para manejar tiempo y personas. Los debates pueden caldearse y hay mucha discusión vívida.
Las Qhalinchas sintieron desilusión: la caminata por el agua que llegaba a San Salvador el 12 de octubre no tuvo convocatoria dentro del Encuentro. Factores como la coordinación, la información excesiva o el cruce con horarios de talleres pueden haber influido. Sin embargo, la acción desde el encuentro era importante para hacerle frente a la fuerte campaña mediática que hay para silenciar actividades sobre género, diversidad y medio ambiente.
“El agua es una lucha transfronteriza que debería convocar a todas las personas” afirma Lucia.
Observaron también que no había intérpretes de lengua de señas para personas sordas. Pero sí las hubo: en el escenario principal. En las conclusiones, las mujeres con discapacidad hablaron de la falta de solidaridad por parte de compañeras que tapaban el escenario con banderas de sus organizaciones. Se les pidió reiteradamente que las bajen para que las personas hipoacúsicas vean a las intérpretes de señas.
Por último, la gran atención que recibieron las Qhalinchas también fue algo pesado para ellas, les pedían fotos y se sintieron algo agobiadas por ello. Diagnosticaron una especie de “extractivismo visual”, aunque también piensan que pueden ser cuestiones idiosincráticas. Igualmente, expresaron que se sintieron sumamente acogidas en su estadía.
Las discusiones y desencuentros sobre temas y vivencias de las mujeres y diversidades son parte de la experiencia intercultural.
Tenemos una llama encendida
“La marcha genera una emoción difícil de explicar” dice Giovanna. Este es, sin duda, el momento más emocionante. Se encolumnan empezando por la CO, siguen organizaciones independientes, como la Campaña por el Aborto, luego van los sindicatos y recién, hacia el final, participan los partidos políticos. Usualmente asisten de forma masiva, pero se ponen atrás dando espacio a las demás. Las chicas piensan que esto es muy complicado aún en Bolivia, que hace falta una discusión madura al respecto.
La cantidad de mujeres reunidas, cantando, en fiesta, generan alegría, una sensación de acompañamiento y también de celebración. “Son unas ‘capas’, se saben bien todas sus canciones y son muy creativas con las letras”, dicen. Giovanna participó de una marcha masiva en El Salvador, pero esta experiencia estuvo a otro nivel. Es que las crisis están en todos los territorios por eso nos acuerpa la masividad “Estábamos buscando recargar energía”, alude.
“Argentina está muy avanzada en la lucha por los derechos humanos. Son como una onda expansiva” reflexiona Giovanna. También apunta que, si bien hay formas que no serían aptas para implementar en Bolivia, hay muchas pautas y estrategias que se pueden replicar. Se quedan con una sensación de esperanza, de que a pesar de las dificultades que hay en Argentina, se pueden decir cosas tan duras sin causar resentimientos. Se puede tener consensos en los talleres: “se respetan los acuerdos más allá del desacuerdo”, enfatiza Bethel, “haber logrado eso da esperanza” concluye.
Las Fuegas: brigadistas que ganaron cientos de aplausos
El reconocimiento a la labor y lucha de Las Fuegas fue reconocida con aplausos en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades. Aquí resumimos un poco de su historia:
Luana Ludueña, bombera en Córdoba, vivió abuso sexual por parte del jefe de Defensa Civil de la Provincia, Diego Concha. Se animó a denunciar después de que la exmujer logró que lo apresaran por violencia. Ahí empezó otro martirio: los constantes intentos de callarla. La persiguieron y hostigaron hasta que se quitó la vida. La madre convocó a una marcha y las brigadistas forestales decidieron ir. Allí empezaron los cuestionamientos por parte de sus pares varones: ¿qué tenía que ver un caso de femicidio con apagar incendios?
Hubo mucha resistencia a conversar sobre temas de violencia de género. Las personas en contra de su involucramiento, no entendían que las Brigadas Forestales comunitarias apoyen a una familia y exijan justicia en una marcha. Para ese 8 de marzo, fueron con sus uniformes de combatientes de incendios.
“Esta va a ser nuestra lucha. Así como los jefes de cuarteles de Bomberos Voluntarios, los Ministros de Seguridad de nuestra provincia, los Ministros de Ambiente, se comportan con las mujeres, se comportan con el territorio. Así como violan mujeres, violan los territorios, así como matan mujeres, matan al territorio”. explica Carla Quaranta, de las Fuegas.
Córdoba es la provincia con más incendios. Las instituciones que los combatentienen prácticas patriarcales, por su verticalidad y lógicas de sometimiento en el trabajo. “La solución tiene que venir de una organización vinculada con la comunidad, transparente y permanente” dice Carla. Aclara que debe tener perspectiva de género, albergar a personas excluidas y no ser una réplica de lo que ya hay.
Las Fuegas creen que hablar es fundamental, así empezaron a ayudarse, contenerse y tomar acciones concretas. Su presencia se sintió, precisamente estas son las experiencias que ofrece el Encuentro: conocer las luchas de la voz de gente con la que es difícil coincidir en otros contextos. Por eso, la juntanza es lo que más destaca de esta experiencia cargada de emociones y esperanza.