Irreverente e insumiso, Felipe Quispe fue una de las figuras más trascendentales en la historia boliviana de los últimos cincuenta años. Su papel en las conquistas populares de las últimas décadas es invaluable. Para acercarnos más a su legado, recuperamos dos libros y tres entrevistas capitales.
Siempre fue una figura incómoda para los poderosos. Los de ayer y los de ahora. Se mostró insumiso, irreverente e inteligente en escenarios críticos de la historia boliviana. Ya sea frente a ministros, periodistas o intelectuales, su presencia era imponente y radical.
Fue un personaje complejo y coherente con sus ideales. Como suele suceder en esos casos, a lo largo de su vida despertó simpatías y antagonismos desde todos los extremos sociales y políticos.
No pretendemos canonizar la imagen de Felipe Quispe, a pocos días de su partida, nuestra intención es rendir homenaje a ese líder y pensador social controvertido, irreverente y decidido.
Actualmente, apenas se recuerda la irrupción de Felipe Quispe en la política boliviana a partir de los 2000. En el mejor de los casos, se sabe de su participación en la formación del Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK). Sin embargo, su trayectoria sindical, como dirigente comunitario de base, comienza en los años 60.
Los primeros años
Poco antes de su iniciación en el campo político, El Mallku cumplió con su servicio militar en Riberalta y Guayanamerín. Según su propio relato, en el cuartel intentaban adoctrinarlos en contra del comunismo y les obligaban a trabajar en haciendas privadas en la cosecha de yuca y castaña.
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Esta experiencia, cuenta, le sirvió para acercarse a ciertos conceptos políticos que entonces no comprendía del todo y para conocer una geografía a la que se vería obligado a retornar años después.
Durante la dictadura de Hugo Bánzer y ya con una formación ideológica más sólida, El Mallku tuvo que abandonar su comunidad y huir hacia el oriente boliviano. Lo señalaban como subversivo y comunista.
En Santa Cruz se vio obligado a entregar su mano de obra como peón en Warnes, San Pedro, Minero, Okinawa, Yapacaní, entre otras poblaciones, donde participó de las zafras cañera y algodonera.
Años después retornó a su comunidad, pero, tras el golpe de la narcodictadura de Luis García Meza, tuvo que escapar nuevamente, esta vez fuera del país. Estos viajes fueron auspiciados y coordinados por la organización política a la que pertenecía entonces: MITKA.
Del MITKA al EGTK
A su retorno, en 1984, siguió trabajando en la consolidación de la insurgencia indígena. Dos años después fundó el movimiento de los Ayllus Rojos. Esta estructura funcionó como el brazo político de las organizaciónes campesinas aymaras y quechuas, con un horizonte katarista.
Hacia finales de los 80, establece alianzas con sectores urbanos e intelectuales, con los que deciden la estructuración del EGTK. Las operaciones del grupo armado no durarían mucho. Entre marzo y agosto de 1992 la llama guerrillera se apaga paulatinamente con una ola de apresamientos.
El 19 de agosto cae El Mallku. En esa ocasión soltó una de sus frases más recordadas: «a mí no me gusta que mi hija sea tu empleada», luego de que Amalia Pando le increpara por tomar la vía armada. Quispe fue encarcelado durante cinco años, acusado por impulsar un alzamiento armado.
A su salida de prisión, El Mallku asumió el mando de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. Allí tuvo sus primero desencuentros con el expresidente Evo Morales, quien en ese entonces también pretendía liderar al campesinado. Esta relación, pese a sus alianzas coyunturales, fue tensa a lo largo de los años.
El Proceso de Cambio
Felipe Quispe, firme en un katarismo que reinventaba y actualizaba constantemente, fue reacio al curso que siguió el Movimiento Al Socialismo (MAS) y el Proceso de Cambio, luego de su arribo al Palacio Quemado.
En un documento de 2013, expresa su disconformidad con la actitud neocolonial dentro el MAS, la sumisión de las fuerzas indígenas a su interior y la preponderancia de sus élites «blancoides» en el manejo del poder.
Esta confrontación fue usada muchas veces por sectores reaccionarios de la política nacional. No obstante, estos eran el principal enemigo en la lucha política de Quispe. Durante 2020, El Mallku enfrentó sin titubeos al Gobierno de Arturo Murillo y Jeanine Áñez.
Antes de su fallecimiento, El Mallku promovía su candidatura a la Gobernación de La Paz.
Dos libros y una ausencia
Tres entrevistas y un bonus
En el 2000, el historiador y periodista Carlos Mesa, quien luego acompañaría a «Goni» como candidato vicepresidencial, entrevistó a Felipe Quispe. El encuentro ofrece varios niveles de interpretación. La vestimenta y los accesorios de los interlocutores, el tono del también expresidente y el lenguaje corporal de cada uno de ellos.
Pese a su intención reforzada por mostrarse progresista, Mesa, entrelíneas, se demuestra funcional al poder oficial y también revela posturas propias de su clase social. En algún momento, incluso se lo escucha plantear la noción ingenua de un «racismo a la inversa» y una discriminación de El Mallku en contra de los «blancoides».
En su respuesta, El Mallku le deja claro a Mesa que existen «dos Bolivias». Una, la que él habita, no cuenta con servicios básicos, ni caminos ni hospitales ni farmacias. Esa otra Bolivia, pese a sus carencias, explica Quispe, cuenta con sus propios conocimientos, historia, cultura y filosofía.
«Al decir somos todos bolivianos, eso no es así»
Trece años después, en julio de ese año, El Mallku conversó con María Galindo en el programa «Machos, varones y maricones» de Radio Deseo. En esta conversación, pese a mostrarse crítico contra el machismo, también Quispe Huanca adopta una postura, por momentos, negacionista.
Pero uno de los momentos más interesantes es en el que cuestiona el servicio militar. Consultado sobre qué le despierta el término maricón, El Mallku cuenta que es un término que escuchó por primera vez en el cuartel.
«En el cuartel hay que ser macho, soldado vivo. Allí enseñaron a violar, a matar, a robar. Porque ese es el macho, un soldado vivo. He llegado a ser prepotente, mandón, tirasaco. Ahí se aprende. Ahí al que no hace le dicen maricón».
Pese a las constantes interpelaciones de Galindo, la charla también fue incómoda para ella. En algún momento, El Mallku le dice «aquí mismo hay una hermana que ha traído el café, estás como una patrona, aquí también hay una discriminación».
En un encuentro más reciente, El Mallku demuestra su templanza y claridad frente a un exgeneral altanero y bravucón. En su cruce de 2016 con Alvin Anaya, el Mallku expone sin temor y frontalmente las mismas ideas que había manifestado con María Galindo.
«Ustedes (los militares) que guerra han ganado, son el brazo armado de los ricos y grandes multinacionales. Enemigos del pueblo humilde de Bolivia», le increpa Felipe Quispe al exmilitar procesado por corrupción en 2012.
En respuesta, Anaya titubea, alza la voz, combina tonos y gestos prepotentes, intimidatorios y condescendientes. Pero su lógica patronal no tiene efecto. Casi al cierre de la grabación El Mallku le dice: «no te preocupes, general, descansa tranquilo, porque de repente debajo del catre puede haber algo…».
Anaya fue detenido en 2012 señalado por haber recibido dinero fondos del Estado de libre disponibilidad entre 2000 y 2002. La investigación estableció que durante los 20 meses que ejerció el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas recibió unos 729 mil dólares en «gastos reservados».
Dos años antes, en 2014, El Mallku fue entrevistado por el periodista Sandro Velarde. Esta conversación cobra suma importancia por el recorrido histórico que hace Felipe Quispe sobre su historia familiar, no muy abordada en otros espacios, y la trayectoria que lo llevó a convertirse en un ícono del pensamiento y las reivindicaciones indianistas.