Por las condiciones que le ofrecía, el oso jucumari cambió su naturaleza migrante para habitar el área natural de El Palmar. Ahora que el fuego destruyó su hogar, su futuro es incierto. Mientras, las autoridades forestales aún no rinden cuentas sobre las causas del incendio y los daños que provocó.
Otra versión de este reportaje fue publicada originalmente en el portal digital Verdad con Tinta.
El Palmar es el hogar del oso jucumari y refugio de la palmera janchicoco. En septiembre de 2021, este territorio perdió un millar y medio de hectáreas en un furioso e inclemente incendio. Fue el más grande que asoló la zona en el último quinquenio.
El santuario de El Palmar, fuente de alimentación y hábitat del jucumari, quedó en cenizas. Más de dos meses después del hecho, aún se desconoce qué provocó las llamas y cuál es la cuantificación total de pérdidas. Menos se sabe sobre cómo se encaminará su prolongada restauración.
El fuego y la desolación llegaron la madrugada del domingo 5 de septiembre. Aquel día, una columna de humo se avistaba en El Palmarcito, una brecha de bosque colmada de palmeras.
El Palmarcito es considerado el segundo territorio en importancia dentro del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar.
Un campesino que había salido a trabajar temprano, como solía hacer a diario, fue el primero en encontrarse ante el fuego. Sucedió aproximadamente a las 8:30. Fue él quien, inmediatamente, dio la alerta. Las indagaciones de las autoridades apuntan a que el incendio comenzó a las 02:00.
Para los pobladores de este bosque seco las sendas son escabrosas y de difícil acceso. Para las llamaradas de fuego es un camino yermo y devoran todo a su paso: montañas, árboles, vidas.
Un vínculo vital
El ANMI El Palmar tiene una superficie de 59,484 hectáreas. Toda su extensión está resguardada legalmente para la protección y conservación de flora y fauna endémica. La palmera janchicoco, el pino de monte, el oso jucumari y la paraba de frente roja son algunos de sus habitantes. Entre ellos existe un vínculo vital.
De hecho, el lugar donde ocurrió el incendio era uno de los preferidos por los osos jucumaris: las palmeras les proveían una gran cantidad de alimento, además de refugio para parir y resguardar a sus crías.
El oso jucumari es una especie vulnerable a la extinción según su clasificación en lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
“La gente, guardaparques, comunarios, decían ‘el oso está donde están las palmeras’ (…), hay una asociación entre estas dos especies y suponemos que es porque el oso se alimenta de la palmera», cuenta el biólogo Mauricio Peñaranda, investigador dedicado al estudio del oso jucumari.
Mauricio explica que los frutos de las palmeras están disponibles casi todo el año y que son uno de los alimentos favoritos del oso jucumari.
Pero el ciclo de vida de las palmeras janchicoco también depende del oso. Investigaciones externas destacan el rol de este mamífero al diseminar las semillas de la palmera y colaborar con la expansión de la especie hacia otras zonas.
El hogar ideal, una residencia fija
Esta relación es única en el mundo. Por un lado, la palmera janchicoco es una especie endémica: prácticamente solo crece en Presto, Chuquisaca. Por otro, los osos jucumaris cambiaron su naturaleza migrante para convertirse en residentes permanentes de este bosque seco al norte de este departamento.
“Es un oso vagabundo, que no tiene residencia fija. Pero aquí, (en El Palmarcito), sí (se asentaron). Tenían cuevas, madrigueras. Toda esa zona era su hábitat. Ellos vivían y se reproducían ahí. Tenían a sus oseznos y el oso comía el coco y la pulpa de la palmera”, detalla Miguel Sardán, director del ANMI El Palmar entre 2016 y principios de 2021.
Los incendios de septiembre fueron como golpes letales para los osos jucumaris. Con el fuego perdieron su alimento y espacios aptos para su reproducción, condiciones indispensables para su conservación.
Hasta antes del siniestro forestal, 18 osos adultos y cuatro oseznos habían sido confirmados oficialmente como pobladores de El Palmar. Estos datos se publicaron luego de casi dos años de monitoreo con «cámaras trampa», instaladas en distintos puntos del área protegida.
Pese a estos esfuerzos, la cantidad total de osos en el área aún no se conoce. Tampoco se sabe cuántos de los animales registrados acabaron desplazados a causa del fuego.
La velocidad del fuego
La catástrofe registrada en septiembre de este año en El Palmar es la más grande del lugar en el último quinquenio. También fue calificada como la segunda más devastadora del año en Chuquisaca, según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosque y Tierra (ABT).
El fuego se desató a principios de septiembre en la parte profunda de El Palmarcito. La comunidad más cercana a este punto es La Joya Charal, ubicada a cinco o seis horas de caminata y sin ninguna otra vía de acceso.
Las llamas se expandieron rápidamente, tanto así que pasaron de la quebrada a las partes más altas del monte en pocas horas. El primer avistamiento sobre su magnitud llegó recién a las 08:30. Pasaron seis horas entre el inicio del fuego y la primera alerta.
Mientras la tierra se cubría de hollín, las palmeras caían como fichas de dominó. Los guardaparques fueron los primeros en atender la emergencia. A ellos se sumaron, después, bomberxs y voluntarixs. Muchos incluso se desplazaron desde Sucre y Monteagudo..
“En total fuimos como 20 voluntarios forestales, no solo los que estaban operando en el lugar del incendio. También se incluye a las personas que coordinan en Monteagudo y Sucre”, recuerda Aurora Quentasi, jefa de Operaciones de la Primera Compañía La Plata del grupo SAR Bolivia.
El corazón de les voluntaries
Los bomberos forestales debían salir a las 04:00 de la mañana y caminar por horas para ver al incendio cara a cara. Su base de operaciones fue la escuela de La Joya Charal, donde comunarios se organizaron para cocinarles raciones diarias de comida y luchar, codo a codo, contra las brasas.
“La preocupación de los comunarios por el área protegida era grande. Es un atractivo turístico, pero además ellos estaban en riesgo en sus comunidades, al igual que sus animales. Hemos estado diez días en la zona, haciendo lo que sabemos hacer con el corazón”, se emociona Aurora.
Además de tener que abrirse paso entre la vegetación, solo con el filo de los machetes, también enfrentaron la falta de recursos básicos como el agua para abastecer sus mochilas extintoras.
Los voluntarios se retiraron cuando aún faltaba apagar el fuego en una zona inaccesible, pero continuaron monitoreando el desenlace de la tragedia forestal.
“Se nos ha complicado el trabajo al no tener, por ejemplo, sierras eléctricas (…). Cuando ya estábamos por retirarnos del lugar teníamos la noticia de que iba a ingresar el Bambi Bucket (valde para sofocar incendios desde helicópteros)”, explica Aurora.
La jefa de operaciones del SAR recuerda aquellos extenuantes días y no duda en dar su agradecimiento a los pobladores de La Joya Charal.
La fuerza de la comunidad
Fue entonces que el Viceministerio de Defensa Civil dispuso la utilización del helicóptero Super Puma, equipado con el Bambi Bucket. Pero los testimonios dan cuenta de que se trató, básicamente, de un sobrevuelo.
Incluso la directora del ANMI El Palmar, Carolina Martínez, cuestionó la llegada del Super Puma ante los medios de comunicación. “No sirve de mucho la inspección, nosotros queremos algo efectivo para sofocar el fuego”, dijo Martínez en aquella ocasión.
Jaime Roque es el alcalde de Presto y también participó en las tareas de sofocación.
La autoridad recuerda que se llenó de esperanza cuando se dispuso el ingreso del Super Puma a la zona. Luego quedó desconcertado al saber que el helicóptero tenía problemas con el dispositivo de carga de agua.
«No pudo salir al lugar. Pasaron los días, yo pensé que una vez que entre (el helicóptero bombero) se sofocaría (el incendio). Pero cuando fui, a la directora (del ANMI) le dijeron que no era muy efectivo, era como un chisguetito”, cuenta Roque.
La autoridad agradece el apoyo del Gobierno central, pero remarca que el incendio se logró controlar gracias a la fuerza de los comunarios movilizados por la zona. Con gran destreza y provistos con ramas verdes y machetes, hicieron los posible para acabar con el desastre.
“Nuevamente me movilicé y convoqué a la gente. Eso fue más efectivo: la gente del lugar, los comunarios de Molani, Aramasi y Lomán que nos han apoyado para apagar cinco kilómetros en un día. No me pidieron ni machete ni coca. Nada. Todo el día batallaron unas 85 personas y apagaron casi todo alrededor”, dice con orgullo.
Pese al gran avance, la inexperiencia en el tratamiento de incendios forestales pesó y, poco después, el fuego se reavivó.
“Como no somos especialistas, dejamos chispas y al día siguiente de nuevo brotó el fuego. Fueron unos dos días de quema y nosotros nos movilizamos de nuevo”, comenta y resalta, de nuevo, la entrega de los comunarios en la defensa de su territorio. La faena fue acompañada también por una quincena de funcionarios municipales de Presto y unos veinte dependientes de la Gobernación de Chuquisaca.
¿Incendio provocado o causas naturales?
A dos meses del incendio, las causas que lo originaron aún se desconocen.
Varios comunarios aseguran que la noche del sábado 4 de septiembre vieron caer varios rayos en la zona. Creen que la misma naturaleza provocó el fuego que afectó a más de un centenar de especies que habitan El Palmar.
“Sonaba fuerte esa noche (los truenos). Se veían rayos en toda esa parte”, relatan al unísono Victoria Mendoza, Faustina Ortega y Santusa Roque, tres comunarias de La Joya Charal que ayudaron en las tareas de sofocación.
Afirman que las llamas comenzaron por causas naturales, porque nadie pudo haber estado recorriendo la zona de madrugada.
“Se ha presentado la denuncia a la Fiscalía y todavía no se sabe. Hemos indagado con comunarios y tenemos la hipótesis de que probablemente fue por una descarga eléctrica (…) Conozco el lugar y no hay zonas de pastoreo cerca de esa parte”, dice, por su lado, el Alcalde de Presto, oriundo también de La Joya Charal.
En un informe extraoficial de fuentes fiables, se conoce que la Fiscalía tomó unas 15 declaraciones de testigos y todos afirman que un rayo cayó en el lugar.
Este proceso de investigación fue rotulado como «Incendio II», ya que otro ocurrido en 2020 aún está bajo investigación. En ese caso hay un acusado identificado y posiblemente se someta a un proceso abreviado o a una salida alternativa.
Según se sabe, el fuego en el año paso habría sido provocado accidentalmente por una colilla de cigarro encendida.
Para Miguel Sardán, exdirector de El Palmar, el incendio de 2020, que fue derivado a la Fiscalía, contaba con declaraciones de cuatro personas que admitieron haber comenzado el fuego cerca del área y que no pudieron controlarlo. En aquella ocasión se perdieron 70 hectáreas.
Sardán no está de acuerdo con la hipótesis de que el desastre de septiembre de 2021 fue causado por una descarga eléctrica natural. Para él, es un intento de ampliar zonas de pastoreo de ganado o para la agricultura.
“En cinco años jamás cayó un rayo que deje incendios. Estoy seguro de que el incendio ha sido provocado. El lugar está cerca del incendio anterior, (pienso) que han ido a prender fuego y perdieron la capacidad de reacción cuando se descontroló con los vientos”, dice, exponiendo sus argumentos.
El director interino de la ABT, Esteban Andrés Morales, remarca que aún no se conocen las causas reales del incendio y que se barajan ambas opciones: la mano del hombre o un efecto de la naturaleza.
Sin embargo, comenta que “es muy extraño (pensar en la teoría del rayo), porque en esa temporada no había descargas eléctricas. De todas maneras, actualmente se siguen haciendo las indagaciones a través de la dirección del área protegida. Ellos nos informaron hace un momento que están en reuniones comunales y haciendo las indagaciones con las autoridades comunales para poder dar con la persona o personas que iniciaron el fuego conforme a normativa y procedimiento del área”.
La ABT registró un daño de 1.499 hectáreas con 4.384 metros cuadrados, durante las dos semanas del más reciente incendio.
Los jucumaris de El Palmarcito: extraviados y en riesgo
Por ahora se desconoce el paradero y situación de los osos jucumaris que habitaban El Palmarcito antes del incendio. Lo que sí se sabe es que huyeron del fuego y eso puede derivar en que se acerquen a zonas pobladas, donde estarían expuestos al ataque de comunarios que los consideran una amenaza.
Los osos jucumaris en esta región viven un exilio forzado y riesgoso para la supervivencia de su especie.
“Las fotos e imágenes nos hacen suponer que sí se ha perdido esa parte del hábitat, porque se han perdido los posibles refugios que tenían. Han perdido la alimentación que había en todo ese sector”, lamenta el biólogo Mauricio Peñaranda.
La recuperación del hábitat del oso requiere de largos años y proyectos con fuerte financiamiento. Solo pensar en la reforestación de las palmeras tomará entre 50 a 80 años, hasta que estas logren su madurez.
Mientras tanto, el oso debe buscar alimento y refugio. Debe encontrar un nuevo hogar.
¿Cómo volver a empezar?
David Torres, decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca (USFX), advierte que es importante comenzar con un plan para el repoblamiento de la palmera y otras especies. La idea principal es recuperar todas las características del bosque del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar.
Tras el incendio, la USFX comenzó a dar los primeros pasos para intentar recuperar lo perdido.
En la Facultad de Ciencias Agracias en Sucre se implementó un vivero especial para trabajar en el cultivo de plantines que le devuelvan el verdor a las zonas que se hicieron cenizas.
Posteriormente, con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se prevé instalar más viveros, al menos uno de ellos en El Palmar.
Todo este trabajo requiere de personal capacitado, equipos, lugares e insumos suficientes para garantizar el cultivo de esta especie única.
“También vamos a utilizar el laboratorio de la Facultad de Ciencias Agrarias, donde se acelera (el cultivo) por clonación de especies y se usa una serie de elementos para acelerar el crecimiento (y) prendimiento, (para) contar con más plantas disponibles”, explica Torres.
Si bien se buscará reponer otras especies florísticas que estaban presentes en la zona del incendio, la palmera es una prioridad. Principalmente porque es fundamental para la alimentación de los osos jucumaris del área natural.
“Mucha fauna escapa (por el fuego) y se queda sin lugares (para habitar)», dice Torres y aclara que es mucho más difícil repoblar fauna porque no hay lugares de crianza de animales silvestres.
Para la autoridad universitaria, lo que hay que hacer es repoblar el ecosistema. Esto ayudaría a que la fauna también se pueda reproducir en nuevos nichos, para repoblar estas especies.
Para Torres, el desarrollo de un modelo de gestión de incendios y repoblamiento de flora también son elementos de prevención necesarios. Cada año, de manera fortuita o provocada, el fuego deja en ruinas el hogar de especies en amenaza o riesgo de extinción.
El Sernap no responde
¿Cómo avanza el trabajo de la dirección del ANMI El Palmar en la investigación de estos casos y en los planes para reforestar la zona? Es un misterio.
Desde los trabajos de sofocación, no hay registro de entrevistas periodísticas con la directora Carolina Martínez. Tampoco se hizo público ningún informe oficial sobre lo ocurrido en la página web del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) ni se han respondido las consultas planteadas durante la elaboración de este reportaje.
Durante más de dos semanas se solicitó una entrevista con Martínez y una autorización para acceder al lugar. Ambos requerimientos fueron denegados bajo distintas excusas o postergaciones.
Primero, el compromiso de una entrevista personal fue cambiada por una escrita. Luego de reiteradas cancelaciones, se acordó la entrega de un boletín informativo que tampoco fue entregado.
Según la autoridad, para ingresar al área natural y tomar imágenes se debe entregar una solicitud en sus oficinas en El Palmar, que luego son derivadas al Sernap en La Paz.
Con el fin de contar con una reportería completa, también se enviaron estas solicitudes de ingreso y cuestionarios directamente a las oficinas del Sernap, en la sede de Gobierno. Tampoco hubo respuesta.
A la fecha, la Alcaldía de Presto no accedió a ningún informe de daños de parte de la dirección del ANMI El Palmar. Las autoridades municipales no conocen la cantidad de especies perdidas de flora o fauna, aunque estimaron, tras sus visitas para ayudar a controlar el fuego, que el 80% de las palmeras en El Palmarcito se quemó.
“Ahora (por el tiempo transcurrido) no podemos hablar de planes a corto plazo, serán a mediano plazo. Confiamos en que nos entregarán los informes”, dice el alcalde de Presto y anticipa que buscan acceder a fondos forestales como gobierno municipal.
Crisis climática y expansiones humanas
Los prolongados periodos de sequía son un efecto de la crisis climática que afecta al mundo entero. El Palmar es una zona que también sufre sus consecuencias. En sus tierras, las lluvias son cada vez más escasas y el fenómeno castiga por igual a la fauna y flora. Las comunidades, principalmente agrícolas, también soportan los impactos.
El investigador argentina Fernando del Moral, parte del Proyecto Jucu explica que, especialmente en tiempo seco, el oso encuentra en esta zona una fuente segura de alimentos. Lamentablemente, esa temporada también coincide con la de mayor incidencia de quemas.
El Proyecto Jucu es una iniciativa binacional que está a la espera de la venia de las autoridades forestales de El Palmar para iniciar sus actividades de conservación. Una de las más necesarias es la tarea de monitorear la vida de los jucumaris en la zona.
La falta de lluvias hace de los bosques secos como el de El Palmar, material de fácil combustión cuando llegan chispas de un fuego intencional o accidentalmente provocado.
En los últimos años, los incendios en Bolivia se incrementaron peligrosamente. En especial en áreas protegidas o reservas naturales, cada vez más acorraladas por la ampliación de la frontera agrícola, quemas controladas (o autorizadas) y chaqueos indiscriminados.
Según un reciente informe de Global Forest Watch, solo durante 2020 Bolivia perdió casi 300 mil hectáreas de bosque tropical. Esta es la cuarta cifra más alta de deforestación en el mundo.
La devastación de la naturaleza en Bolivia es sistemática. Desde 2002 hasta 2020 se arrasaron más de tres millones de hectáreas de bosque primario húmedo en todo el país. Esto representa un poco más de la mitad de las 6.11 millones de hectáreas de cobertura arbórea perdidas durante ese periodo.
Estas cifras también pueden expresarse en la emisión de 2.67 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono.