¡Seguimos hablando del último libro de la Editorial El Cuervo! ¿Aún no te enteraste? La literata Alejandra Hübner desentraña la historia de ‘Cómanse la ropa’ de Valentín Truillo, dale una mirada aquí y súmante a la cuarentena literaria.
Alejandra Hübner
La crónica, como los demás géneros literarios es cambio y reinvención constante. Alternando entre el tiempo de los grandes hechos históricos y el tiempo subjetivo de quien narra, nos va relatando de manera cronológica, como ya lo indica su nombre, acontecimientos de un determinado tiempo histórico. La crónica novelada tiene, me parece, la diferencia principal de que el que narra no ha sido testigo directo de lo que cuenta, recrea, inventa, imagina una historia basada en hechos reales. En ese sentido se establece una distancia que permite cierta objetividad crítica a la hora de mitificar y engrandecer hechos y personas, como suele hacerlo la Historia.
“Cómanse la ropa” es la primera novela del uruguayo Valentín Trujillo, publicada en 2017 y ganadora del Premio Onetti de narrativa en su país natal. La obra relata parte de la vida del coronel francés Federico Brandsen, bonapartista que después del encarcelamiento definitivo de Napoleón en 1915 en la isla de Santa Helena, decide embarcarse hacia el continente sudamericano para pelear al lado de las fuerzas independentistas. Su título hace alusión a un discurso pronunciado por Brandsen en el que exhorta a los miserables y famélicos hombres a los que comanda a que, literalmente, se coman su ropa. Es una novela que pone en entredicho el sentido de la guerra, del honor y del patriotismo en un escenario en el que el hombre es enemigo de los demás y de sí mismo. La editorial paceña El Cuervo publicará el texto de Trujillo que podrá ser adquirido desde el mes de abril. La novela tiene un ritmo ágil, cada capítulo es una nueva aventura, frustrada en muchos casos, que nos mantiene en suspenso sobre qué pasará después. Es una lectura ideal para tiempos de cuarentena no solo porque es divertida, sino también porque nos amplía horizontes sobre tiempos y hombres cuyo día a día era el poder sobrevivir.
Brandsen es un personaje con poco eco en la Historia de Bolivia, si bien la mayoría de sus luchas se dieron en territorio altoperuano. Con un narrador omnisciente, Trujillo nos introduce en la mente del coronel desde su fracaso al lado Napoleón y su subsecuente depresión, hasta el momento en el que, por una serie de hechos extraños, decide dirigirse al continente americano. En América Brandsen ve el doble de su añorada tierra francesa, a la que nunca más volverá; pero amplificada en sufrimientos y carencias. La novela insiste en las dramáticas condiciones de las guerras de independencia en las que los soldados pasaban semanas sin comer casi nada, usando zapatos y ropa de cadáveres encontrados en el camino, sometidos a los deseos y designios de los más poderosos.
El coronel, personaje principal y “héroe” de la novela viene a ser el más exento (aunque no totalmente) de las bajezas y maldades de los otros personajes. El narrador tiene sin duda una mirada compasiva hacia él, no necesariamente lo justifica, pero lo entiende. Es el que mejor parado queda a lo largo del texto, mientras los demás se emborrachan y violan a las mujeres que se cruzan por su camino, el coronel reflexiona sobre su destino y el de los hombres de su tropa. Autoriza robos y vejaciones solo cuando ve un bien mayor detrás del acto. A su lado, el otro personaje que parece comprenderlo y también haber escapado del inherente egoísmo humano es el cura que los acompaña. Se trata de un hombre que, al ingresar al convento, se inventa un nuevo nombre e identidad para escapar del pasado que lo atormenta. Ambos procuran dar sentido al mundo en el que les ha tocado vivir, permanentemente cuestionando sus logros y motivaciones.
La novela, aunque predominantemente histórica, tiene también un lado mágico-simbólico. En varios episodios relatados, Brandsen tiene una serie de visiones y sueños premonitorios sobre su vida que giran en torno a un animal en particular, el caballo. Para la época en cuestión un caballo era fundamentalmente dos cosas, un arma y un medio de transporte. Lo que hace el narrador es llevar al animal más allá de su uso práctico para mostrarnos como en puesta en abismo, a un ser vivo que nace, crece y muere para servir a otro que nada tiene que ver con él. Se abre un debate (por demás pertinente hoy en día) sobre el uso brutal que hace el hombre del resto de criaturas que lo rodean. Dudamos entonces de si vale más salvar la vida del soldado que la del caballo que lo sostiene. El destino de los soldados está profundamente ligado a sus caballos y aún así son percibidos como meros objetos. Brandsen, en su fijación con ellos, parece objetar a esta lógica y encontrar en ellos el asidero que no logra hallar en el mundo de los hombres.
Otro personaje interesante, no solo por su estrecho vínculo con Bolivia, sino también por la representación grotesca que se hace de él, es Andrés de Santa Cruz. Mencionado por primera vez hacia la mitad de la novela, es descrito como un cholo traidor e ignorante: un pasa pasa que ha llegado al poder por pura suerte, un asesino despiadado de su propia raza, un hombre vulgar sin mayor ideal que el poder mismo. Lejos está este Santa Cruz de la figura a la que como bolivianos estamos acostumbrados, presidente de la recién fundada Bolivia durante 10 años, cercano a Bolívar, valeroso paceño. A partir de su aparición en el texto funciona como contraparte de Brandsen: alcohólico, mujeriego y déspota.
Una reflexión sobre el sentido de la guerra y las disputas humanas por el poder, “Cómete la ropa” nos hace dudar sobre lo que significa luchar por una causa a costa del sufrimiento y la desgracia de los demás. Hace poco leía el testimonio de una refugiada en la provincia de Idlib, frontera entre Turquía y Siria, lugar que actualmente vive una terrible y tristísima crisis humanitaria. La mujer hacía referencia a cómo de un lado se justifica el accionar del gobierno sirio y de otro la resistencia de los llamados rebeldes, y en todo esto la mujer solo podía llegar a la conclusión de que ambos habían arruinado su vida de manera irreversible. Los caudillos con sus conflictos armados, en pequeña y grande escala, destruyen mucho más de lo que pretenden construir, sintetizado en la paradójica frase de Brandsen: “Acordaos de que el bien no se adquiere sino al precio del mal; y la paz, con la guerra.”