El sarcasmo del patrón es la fiesta del abuso y el descaro: donde muchos ven chistes, hay una modalidad discursiva de la ideología de muerte sobre la que se asienta su riqueza. No celebres las tropelías del niño rico, pliz.
El humor no sucede en abstracto, siempre se inserta en unas relaciones de poder. Puede ser una herramienta para cuestionarlas y subvertirlas simbólicamente, pero también puede servir para reafirmarlas. Por eso siempre es necesario analizar un chiste, el lugar desde el que se lo hace y los efectos que causa, a partir de este enfoque.
Ciertas modalidades del discurso humorístico, como la ironía o el sarcasmo, pueden mostrar de forma bastante elocuente y cruda la realidad, porque muchas veces su finalidad es, justamente, revelar todo lo que un discurso, sujeto a determinadas convenciones sociales, oculta bajo una retórica más diplomática. Por eso muchas veces el sarcasmo no causa gracia propiamente dicha, sino desagrado, indignación o incluso miedo. Basta con leer la definición de sarcasmo:
«Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo.»
Por ejemplo, que un yonqui cínico multimillonario se permita «bromear» y ser sarcástico con dar golpes de Estado en territorios históricamente colonizados y explotados a mí, personalmente, me causa poca gracia y sí mucho miedo. Porque, en realidad, lo que está diciendo -independientemente de si es verdad o no lo que afirma- es completamente verosímil. Es decir, se corresponde tanto con el orden geopolítico real como con la propia historia del capitalismo.
Que los intereses corporativos, los poderes financieros y los gobiernos de los países que ocupan una posición de poder en el reparto global, pueden financiar, promover y generar golpes de Estado en territorios que a lo largo de la historia han sido expoliados y, por lo mismo, están en desventaja -tanto económica como militar- es una realidad históricamente conocida. Es decir, afirmar esto está lejos de ser una broma inocente.
Este desafortunado tuit, por decir lo menos, me causa la misma rabia que cuando un sujeto de la clase dominante hace un chiste sobre la explotación y la miseria sobre la que se funda su riqueza. Es como si alguien le reclamara a Amancio Ortega las penosas condiciones laborales a las que su empresa somete a las trabajadoras en Bangladesh, y él contestara, sarcásticamente, «tendremos mano de obra esclava en el país que queramos».
¿Cuál sería la función del sarcasmo en este intercambio? Reafirmar unas relaciones de poder existentes y, además, burlarse de la injusticia sobre las que éstas se sostienen. Evidentemente, quien se burla de la explotación es aquel que se beneficia de la misma.
Que Musk tuitee bajo el efecto de múltiples sustancias y sea un chulo que acepta mal las críticas, es algo bastante obvio. Que se puede permitir decir cualquier barbaridad, incluso incomodando a otros millonarios que han invertido en Tesla, y que no pasa nada, más allá de llegar a acuerdos y pagar a aquellos que lo demandan por sus insultos, es algo que lleva un tiempo demostrando. Que todas sus excentricidades, que incluso causan turbulencias en la esfera financiera, sean tan bien toleradas nos da una medida del poder que tiene y de la impunidad que esto le confiere, a pesar de que las instituciones intentan ponerle límites (de ahí su desprecio a las herramientas legales).
Porque el sarcasmo del millonario es, en realidad, una modalidad discursiva de la ideología de muerte sobre la que se asienta su riqueza.
Su «sarcástico» tuit se inserta, entonces, en esta grandísima impunidad, en esa chulería del digo lo que quiero porque estoy por encima de cualquier Estado, institución o persona.
También se inserta en una evidente relación asimétrica entre Bolivia y Estados Unidos. El historial de este último interviniendo en la política interna de países de Latinoamérica es largo. En realidad, ese «daremos un golpe donde queramos» muestra de forma bastante cruda y explícita mucho de la política exterior estadounidense, que además es indisoluble de los intereses de las grandes corporaciones y de los millonarios como Musk.
Así que el «humor» tuitero de Elon en realidad es el cinismo de toda la vida del que se sabe poderoso. Y su sarcasmo es un ejemplo más de la mentalidad absolutamente colonial de los millonarios del norte global. Su «burla sangrienta» está, realmente, dirigida a Bolivia en tanto territorio colonizado del que, aunque les pese, también forman parte todos esos bolivianos que le aplauden la broma. Esos que le ríen e incluso le celebran el chiste lo que desean, en realidad, es el reconocimiento del colonizador-multimillonario, al que ansían parecerse. Estos colonizados mentales experimentan placer con el hecho de que Musk hable de Bolivia, así sea para utilizarla como una más de las «bromas» con las que reafirma su impunidad. Es una suerte de triste patriotismo acomplejado.
Claro que para Musk todo esto es un chiste del que se está riendo mucho.
Enternecido con los aplausos de los colonizados mentales, se está riendo de Bolivia y de todos los países que en el sistema-mundo ocupan una posición periférica, se está riendo de la estructura colonial que mantiene a Bolivia como un país en permanente desventaja, se está riendo sonoramente de la irresoluble discusión que se ha trasladado a su tuiter sobre si golpe o no golpe, se está riendo mientras pone un tuit con una bandera boliviana como premio a esos bolivianos que, en el mejor inglés posible y dando saltitos hambrientos de reconocimiento, le dicen a su «amigo» Elon que no se preocupe, que ellos entienden el chiste, que por supuesto comprenden que, aunque en los conflictos políticos de un país del sur se produzcan masacres, es lógico que él no se abstenga de ejercitar su sarcasmo con la realidad de ese país, que para eso son colonia, para reírle las gracias, y que ojalá ellos fueran como él, millonarios, emprendedores y norteamericanos, pero como solo son bolivianos no les queda más que ansiar rabiosamente las migajas en forma de sarcasmo que él, Elon, esté dispuesto a darles…
(Y, por supuesto, en esta última parte del texto estoy siendo irónica, y estoy utilizando esa modalidad del discurso para cuestionar las relaciones de poder que se muestran de forma bastante clara en el famoso tuit y en las reacciones que se han producido.)
La risa de Musk, esa actitud chulesca, lo que debería provocarnos es, sobre todo, una tremenda indignación.
Porque la chulería del millonario yonqui no sólo es profundamente conservadora, también es una herramienta más de poder.
Porque el sarcasmo del millonario es, en realidad, una modalidad discursiva de la ideología de muerte sobre la que se asienta su riqueza.
Y porque el sarcasmo de un millonario estadounidense en torno a la realidad de un país latinoamericano es una muestra más del cinismo histórico que tanta muerte ha causado en nuestros territorios.