Cineclubcito cierra el 2019 con Breve historia del planeta verde dirigida por Santiago Loza y estrenada este año. Revisa aquí la reseña de esta película que se proyectará en cuatro departamentos.
Mariana Ríos
Con una estética ochentera y melancólica, al ritmo lento característico del género realista, predominante, sobre todo, en el cine independiente de estas décadas; la última película del director argentino, Santiago Loza, Breve historia del planeta verde (2019), sorprende con una historia de ciencia ficción y amistad, tan bonita visualmente como frágil y extraña en su trama.
El mismo Loza catalogó a su cinta como “un film frágil” y creo que tiene razón. Se trata de una película extraña que propone una historia de amor y ternura que no necesariamente funciona con la intención de su creador. Pese a todo, la cinta fue premiada este año con el Teddy Award en la Berlinale, premio que se otorga a las películas con temática LGBT y que representa un gran honor por donde quiera mirárselo. Para los curiosos de la ciencia ficción, la historia de Loza merece los 90 minutos de nuestra atención, pero, lo que nos queda después de verla es el desconcierto y una sensación extraña de adormecimiento casi arrullador.
—Esta rara pieza de ciencia ficción latinoamericana, será proyectada para el público boliviano en las salas del Cineclubcito durante el mes de diciembre—.
La trama es sencilla: Tania, una mujer trans, recibe la noticia del fallecimiento de su abuela y decide volver a la casa donde vivió con ella durante su juventud. Acompañada de sus mejores amigos de infancia y compañeros de vida, Daniela y Pedro, retorna al pueblo donde creció y donde ahora debe asumir su legado: regresar al espacio a un pequeño alienígena que acompañó durante varios años a su abuela y que ahora se encuentra demasiado débil para continuar su vida en la tierra.
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El trío emprende entonces un viaje por los campos argentinos en búsqueda del lugar exacto para despedir a la criatura. Un viaje de amistad en el que los compañeros, extraños e inadaptados, se encuentran con personajes de su pasado y reviven emociones del abuso y desilusión que los convirtió en todo lo que son ahora. Si E.T. regresaba a casa gracias al compromiso de su gran amigo en la tierra, el pequeño alien de Loza retorna en los brazos de uno de los suyos. Sí, en esta cinta, Loza nos quiere decir que hay más de un extraterrestre en la tierra y le agradecemos por esa posibilidad necesaria.
El problema con su historia es que el argumento nunca madura, nunca llega a ser más que la superficie de lo que nos está contando. Podríamos asumir que hay muchas otras posibilidades por donde encontrar sentido a los hechos, sin embargo, la extrañeza arrulladora que mencionaba al principio es lo único que nos queda del amor entre sus personajes. No hay un fondo palpable sino más bien perceptible y los acontecimientos suceden sin que nos demos demasiada cuenta, sin que lleguen realmente a importarnos.
Por eso, en varios momentos nos reímos de lo que sucede y creemos que se trata de un propósito absurdo. ¿Por qué no? el amor también es absurdo, así como el dolor y las dificultades que una a una tienen que afrontar sus personajes. Lo cierto es que, durante el viaje, todo lo que sucede no frena en absoluto el cometido de los tres amigos, no hay obstáculos que puedan detenerlos, y tanto ellos como nosotros lo sabemos. Seguimos su camino hacia el punto de encuentro con el más allá del universo y durante toda la cinta estamos seguros de que no existe posibilidad de fracaso alguno.