El Cineclubcito Boliviano estrenará este miércoles 3 de junio un documental combativo y militante. La película del argentino César González viene desde las villas boanerenses, tan cercanas a nosotres. ¿Te dan ganas de sumarte? Puedes inscribirte AQUÍ.
Mariana Ríos
El cine latinoamericano de los últimos años, en el que destacan grandes obras documentales, tiene una fuerza especial en la que subjetividad y neutralidad se interrelacionan dando como resultado obras potentes e incómodas, logradas a partir del artificio propio del registro inmediato, de la posibilidad de mirar de frente a la realidad.
En este caso, la película documental Lluvia de jaulas (2019), del argentino César González, propone un encuentro directo con una realidad ignorada u omitida por la positividad característica de nuestra época, una realidad que no está incluida en la perspectiva del progreso que siempre mira hacia adelante, como diría Walter Benjamin, preocupado por lo que se deja atrás en ese andar unidireccional de la máquina sistémica que no pisa el freno y ni siquiera gira la cabeza para mirar el espacio tan grande que deja entre ella y los márgenes.
La obra de González es un retrato de la realidad más vulnerable de los barrios populares argentinos, un retrato de la omisión consciente de nuestra sociedad ante la situación que se vive en lo que, para el autor, son “cárceles sin necesidad de puertas, ni de muros, ni de estar vigiladas por rabiosos centinelas”.
Contada a partir de una diversidad significativa de imágenes y recorridos visuales que siguen principalmente a niños y jóvenes por las calles de Buenos Aires, la obra se convierte en un coro visual, si es posible, en el que el canto es ese “caos de soledades mal distribuidas”, enunciado por la voz en off que habla eventualmente, mientras la cámara nos enfrenta al dolor y la violencia que vive una clase social desprotegida. A pesar de todo, la vida se percibe como un brillo en cada juego, baile y en la compañía de quienes comparten la realidad de ese espacio.
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Este documental, estrenado hace unos meses, será proyectado en un contexto social tan crítico y particular como el de la pandemia. Una situación que nos ha puesto de frente, también, ante la brecha abismal que existe entre clases sociales en Latinoamérica , diferencia omitida en función del valor que le otorgamos a unos cuerpos y no a otros. Cuerpos expuestos ante la enfermedad y la crisis económica provocada por la crisis sanitaria y por el contacto, o la falta de él, que se nos ha impuesto para sobrevivir.
Mirar la obra de César González hoy, debería intensificar el deseo por reordenar nuestras relaciones sociales para salvar la poca dignidad que nos queda como especie, la humanidad de nuestra memoria y del eco de tantos nombres que se han olvidado en cárceles, villas, fosas y tumbas.