Las toallas sanitarias desechables tienen un gran impacto económico y ecológico. Ese peso recae sobre las mujeres y las personas menstruantes.
Cada año el Estado boliviano recauda unos 14 millones de dólares por la compra de estos productos y se desechan unas 14 mil toneladas de plásticos altamente contaminantes.
“Las toallas sanitarias de tela de INDA son totalmente lavables y reutilizables. Tienen una vida útil de más de tres años”, explica Laura Aliaga.
Laura es una joven que tuvo la iniciativa de coser sus propias toallas higiénicas cuando conseguir algunas desechables le significaban un gasto considerable.
Poco tiempo después, en 2019 y a partir de su propia experiencia, decidió venderlas en Cochabamba. Así nació el proyecto INDA Toallas Femeninas Ecológicas.
“INDA nace ante la necesidad de encontrar una alternativa sustentable y amigable con el cuerpo para gestionar la menstruación. Retomando antiguas costumbres que se realizaban entre mujeres antes de la aparición de los productos de un solo uso, que en muchos casos contienen químicos y sintéticos”, comenta Laura.
Estas toallas sanitarias ecológicas se pueden encontrar desde los 15 bolivianos cada una. Cada mes, se necesitan, aproximadamente, entre ocho a 12 toallas de tela. El precio del conjunto oscila entre los 120 y los 300 bolivianos.
Laura asegura que es una inversión a largo plazo. El costo de un kit de toallas de tela que dura tres años es igual al gasto en unos ocho meses de compra de compresas desechables.
Además, Laura destaca que los productos de INDA tienen estilos únicos, son asequibles y sostenibles para muchas personas menstruantes.
También existen alternativas que desde hace tiempo se hacen espacio tanto en el debate como en el acceso a la salud menstrual. Una de ellas es la copa menstrual.
Laura dice que las toallas ecológicas cumplen la misma función que las desechables, pero que están confeccionadas con diferentes tipos de telas absorbentes e impermeables. Estos materiales reciben y retienen el flujo de una manera amable con el cuerpo.
“No tienen perfumes artificiales incorporados y duran más”, enfatiza Laura.
El impacto ecológico
La confección de compresas artesanales es solo un primer paso para que las mujeres y personas menstruantes solventen de manera digna su higiene menstrual.
Esta opción ayuda a hacerle frente al alto costo económico y ecológico que representan las toallas sanitarias desechables.
Haciendo cálculos, las mujeres pasan aproximadamente 60 días al año con flujo de sangre menstrual, considerando que tienen 12 periodos menstruales de entre tres a cinco días. Utilizar una toalla cada cuatro horas durante el periodo representa comprar 30 toallas desechables al mes. Es decir, 360 compresas al año.
Una vez usados, pueden pesar alrededor de cinco gramos por pieza. Multiplicando esos 5 gramos por 360 toallas anuales se obtiene 1.8 kilos de plástico generados por cada mujer al año.
En Bolivia existen, aproximadamente, casi tres millones de mujeres en edad reproductiva. Esto equivale a que en el país se desechan, cada año, más de 14 mil toneladas de protección menstrual altamente contaminante y no degradable.
De acuerdo con estudios de colectivas feministas, los absorbentes menstruales desechables están principalmente compuestos de rayón celulosa con poliacrilato. Este es uno de los plásticos más comunes en el mundo. Para su fabricación se requieren altas cantidades de agua.
De hecho, algunos estudios señalan que, debido a sus componentes plásticos y químicos, una toalla femenina tarda en degradarse entre 500 a 800 años.
En la mayoría de los paquetes de toallas no se informa sobre las sustancias y materias primas que se utilizan en su fabricación. En algunas marcas se señala solo celulosa, polietileno, papel siliconado, algodón, poliéster y polipropileno. Compuestos con los que se elaboran, entre otros artículos, bolsas o envases de plástico. También tienen tintes y aromatizantes sintéticos.
Una alternativa económica
Una persona menstruante en Bolivia gasta entre 288 a 540 bolivianos en toallas higiénicas cada año, dependiendo de la marca y el tipo.
Si se toma en cuenta que una mujer menstrúa aproximadamente 35 años (desde los 15 hasta los 50), el gasto asciende a unos 10 o 20 mil bolivianos.
Esto representa un total de 12,600 compresas desechables a lo largo de su vida. Toneladas y toneladas de materiales altamente contaminantes. Un precio económico y ecológico demasiado alto que recae sobre las mujeres y personas menstruantes.
La brecha
Aunque las toallas de tela son una opción ecoamigable para gestionar la menstruación, las condiciones de vulnerabilidad social y económica impiden el acceso a este tipo de productos y a la salud menstrual en general.
Por ejemplo, las compresas de tela requieren de lavado frecuente y con abundante agua. Un requisito demasiado alto en un país donde únicamente 86% de la población tiene acceso al agua potable.
Peor aún en zonas rurales, donde solo seis de cada 10 personas tiene acceso a este servicio básico.
La gestión digna de la menstruación es una posibilidad que no está al alcance de todas las personas.
A esas limitantes se suman los elevados precios de los productos sanitarios que hacen de la menstruación un factor de desigualdad en el mundo.
Un punto más en la desequilibrada brecha en la capacidad adquisitiva entre mujeres y varones. De hecho, a nivel global, la mayor parte de las personas viviendo en situaciones de pobreza son mujeres.
La gestión de la menstruación está condicionada a la educación sexual y reproductiva, además de factores socioeconómicos, remarca la responsable del Proyecto Yawar, Liliana Oropeza.
Liliana explica que los altos índices de pobreza menstrual en muchas regiones de América Latina impiden que las personas menstruantes accedan a insumos sanitarios de primera necesidad.
Yawar
El Proyecto Yawar trabaja en el reconocimiento consciente del ciclo menstrual y otorga kits de gestión menstrual a mujeres en condiciones económicas de vulnerabilidad de municipios de La Paz y El Alto.
Sus principales puntos de recolección para donativos son: Amta Café Cultural y próximamente habilitarán otros en algunas universidades.
Para Liliana, el estigma, los tabúes y la falta de acceso a una menstruación digna afectan a las niñas, adolescentes, mujeres y personas menstruantes en varios aspectos de su vida.
“Conllevan consecuencias directas en la salud, educación y bienestar emocional”, precisa.
Según datos recabados por Plan International, en América Latina y el Caribe el costo promedio de un paquete de toallas higiénicas de 10 unidades es de 1,87 dólares (trece bolivianos).
Este insumo sanitario tiene el mismo precio que varios productos alimenticios. Esto obliga a que muchas niñas, adolescentes, jóvenes y adultas tengan que escoger entre comprar alimentos o adquirir toallas sanitarias.
“La menstruación es un factor de desigualdad. Acceder a toallas higiénicas es una decisión económica. Las mujeres en situación de vulnerabilidad deben decidir entre comprar algo de comer o unas toallas”, explica la responsable del Proyecto Yawar.
El costo de menstruar
En nueve de diez países de América Latina, las toallas higiénicas y los tampones tienen la tarifa plena del IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido).
El costo anual de ese impuesto ronda, en promedio, los 70 millones de dólares, según el informe Impuestos sexistas en América Latina, realizado por el grupo de trabajo de política fiscal feminista del proyecto Fesminismos de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung.
Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela son los países que fueron parte del estudio.
De esa decena, Uruguay, Argentina y Chile son los países con las tasas impositivas más altas para los productos menstruales.
Un gasto para los bolsillos de las mujeres
En Bolivia, se aplica un IVA del 13% a las toallas higiénicas. Más de 14 millones de dólares anuales entran a las arcas del Estado por las compras de estos productos que realizan mujeres y personas menstruantes.
El IVA es un impuesto indirecto que grava el consumo y que se agrega al precio de un bien al momento de comprarlo.
Expertas en políticas públicas lo consideran un impuesto regresivo por su tendencia a generar una carga proporcionalmente mayor a las consumidoras con ingresos reducidos.
Además, las empresas tienen la posibilidad de recuperar el IVA pagado. No sucede lo mismo con las consumidoras que cubren con sus recursos el costo del producto y del impuesto.
Son las políticas tributarias de cada país las que determinan cómo y a qué productos se aplica el IVA. Por eso, en varios países se ha avanzado en liberar de este impuesto a los productos de higiene menstrual.
Impuestos sexistas
Aris Balbuena, Natalia Moreno y Catalina Rubilar son quienes analizaron esta situación en diez países de América Latina. Su investigación identificó la aplicación de impuestos sexistas en los productos de contención de flujo menstrual, toallas higiénicas desechables y tampones.
En la mayoría de esos países, los productos estaban gravados con la tarifa máxima de impuesto. Tal como si fuesen bienes de lujo y no de primera necesidad.
A excepción de Colombia, donde un grupo de feministas logró eliminar completamente el impuesto al valor agregado a estos productos. La exitosa campaña feminista llevaba el nombre de #MenstruaciónLibredeImpuestos.
A partir de 2022, México también eliminó el IVA para las toallas sanitarias y tampones.
Hace poco entró en vigor una norma que garantiza que libera el 16% de impuesto a las toallas, tampones y copas menstruales que históricamente se ha cobrado a las personas menstruantes.
En algunos países no solo se avanza en la eliminación del impuesto. También se apuesta por garantizar el acceso gratuito a los productos de gestión menstrual.
Por ejemplo, en marzo del 2021, el Congreso de Michoacán (México) aprobó la Ley de Menstruación Digna para fomentar la educación menstrual y facilitar el acceso gratuito a los productos de gestión menstrual.
El 2020, en Argentina, el municipio de Morón aprobó una ordenanza municipal para el acceso a información relativa a la gestión menstrual y la provisión gratuita de productos.
ONU Mujeres calcula que un 26% de la población mundial está en edad reproductiva. 1,800 millones de mujeres menstrúan cada mes durante un periodo de entre tres y siete días.
Ni siquiera esas cifras han conseguido que el acceso a suministros sanitarios menstruales sea digno, sostenible y accesible para todas y todes.