Esta magistral obra de la animación boliviana, una década después, sigue conmoviendo corazones y levantando reflexiones y acciones urgentes en torno al derecho al agua y la defensa de la naturaleza.
En 2009, ocho animadores bolivianxs dan vida a la Abuela Grillo, bajo la dirección de Denis Chapon.
Por un lado, el cortometraje recupera un relato antiguo de un pueblo indígena del oriente boliviano. La abuela Grillo para los ayoreos es la dueña de las aguas, quien va dejando en su camino ríos y lagunas formadas con la lluvia que produce su canto.
Este personaje mítico es nombrado también como Direjná y su historia es contada por los ancianos ayoreos en épocas de sequía para atraer tormentas.
Por otro lado, fusiona la tradición oral con un hecho histórico relevante de la Bolivia del siglo XX: la denominada Guerra del Agua, que se desató en abril del año 2000, en la ciudad de Cochabamba.
Con el dictador Hugo Banzer Suárez en la silla presidencial, el pueblo se organizó para oponerse a la privatización del agua y su concesión a una empresa transnacional.
Este suceso marcó un hito en la historia mundial: pocas veces una organización de ciudadanos de base había sido capaz de hacer retroceder a su gobierno y expulsar de su territorio a una transnacional poderosa a nivel global.
El potente mensaje del cortometraje, en contra de la mercantilización y explotación de los recursos naturales para beneficio de unas pocos, tuvo una gran acogida internacional, sin la necesidad de grandes diálogos, complejidades técnicas u otros artilugios cinematográficos.
La Abuela Grillo fue creada para un público universal, que aún sin conocer los antecedentes o referencias del film, será capaz de empatizar y emocionarse con la historia.
Después del canto de la abuela grillo
El cortometraje termina con el canto de la Abuela Grillo, luego de ser liberada y tras una batalla entre el pueblo que la defendía y los verdugos que la explotaban.
En la realidad, la historia de la abuela no acabó todavía y podemos encontrar los rastros de su canto en el agua a la que buena parte de la población todavía no tiene acceso.
La Guerra del Agua expuso la preponderancia del derecho humano de acceso al agua y evidenció la urgencia de proteger este recurso de intereses privados que buscan lucrar por medio de su explotación.
Sin embargo, más allá del discurso, actualmente el agua sigue siendo un privilegio mercantilizado, derrochado y contaminado.
Pese a las luchas ciudadanas, muchas familias, en zonas urbanas y rurales, continúan hoy en día sin tener acceso a agua potable.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), solo el 80.7% de la población en Bolivia tiene cobertura de agua.
En la ciudad de Cochabamba, principal escenario de la Guerra del Agua, la realidad continúa siendo lamentable. La información recolectada con el último censo en el área urbana señalaba que solo el 64.7% de sus habitantes obtiene agua de cañerías de red y un 17.7% tiene que comprar agua de carros cisternas.
En el área rural del mismo departamento, donde muchas comunidades se dedican a la agricultura, solo el 36,8% de la población obtiene el agua de redes de cañerías: el 30.5% recoge agua de la lluvia, vertiente o ríos.
El informe sobre la situación del agua en Cochabamba menciona, entre los problemas actuales: las dificultades en el acceso, la mercantilización, el cambio climático y la territorialización del agua.
Por otro lado, el plan director de la cuenca del río Rocha, impulsado por el Servicio Departamental de Cuencas (SDC) y la Dirección de Planificación y Gestión Integral del Agua (DGIA), señala tres conflictos en torno al agua en Cochabamba:
- La apropiación, acaparamiento y mercantilización del agua (visión de lucro y poder).
- Intervenciones externas relacionadas con el agua que afectan la autonomía de las organizaciones.
- Conflictos y contaminación del agua por la existencia de visiones aisladas y sectoriales de gestión y uso del agua en el departamento.
Particularmente, en la ciudad de Cochabamba, el agua es un problema que fue usado como herramienta política durante años por todos sus gobernantes (o aspirantes a serlo).
Las diferencias en el acceso al agua potable entre las zonas residenciales y periurbanas remarcaron las brechas sociales preexistentes y son un serio indicador de las desigualdades en la capital del valle.
A veinte años de la guerra del agua, siguen habiendo bolivianxs que no pueden acceder a este recurso, siguen habiendo corporaciones y personas que lo comercializan sin control, y siguen vigentes algunas leyes de explotación de recursos que le afectan directamente.
Diez años
El Espacio Simón I. Patiño tuvo una proyección virtual de la Abuela Grillo para celebrar el décimo aniversario del cortometraje junto a su público.
El evento contó además con un conversatorio en el que participaron el director, parte del equipo de animadorxs, y fans conectadxs desde diferentes ciudades del mundo.
Conversatorio en el marco de la primera década del cortometraje La abuela Grillo, con la presencia de Denis Chapon (Francia), Israel Hernández (México), Miguel Mealla Black (Bolivia), Salvador Pomar (Bolivia), Mauricio Sejas (Bolivia) y Román Nina (Bolivia).
Gepostet von Espacio Simón I. Patiño am Freitag, 28. August 2020
Para este 2020 se anunció el libro de ilustraciones de la Abuela Grillo. La historia estará escrita por Claudia Michel y las imágenes estarán hechas por Denis Chapon, quien también es el director del cortometraje.
Este proyecto está siendo trabajado en conjunto por Pol-len Edicions (España), Comsoc Comunicació Social (España) y LaLibre (Bolivia).
La Abuela Grillo fue mostrada en la Conferencia Mundial de los Pueblos Sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra 2010 de Tiquipaya (Cochabamba), en el Festival Anima Mundi 2010 (Brasil), participó en la 23 Mostra de Cinen Llatinoamerica de Catalunya Lleida – Selección oficial 2011 (España), y la Fundación Amigos de la Naturaleza le otorgó un reconocimiento especial en el marco del Festival Internacional del Cine Verde (2011).
Érase una vez en Bolivia – Breve momento histórico
En 1999, meses antes de iniciar el nuevo milenio, el expresidente de Bolivia Hugo Banzer firmó el contrato de adjudicación del Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SEMAPA), al consorcio que había sido formado recientemente bajo el nombre de “Aguas del Tunari”.
Esta transnacional aglutinaba a las compañías estadounidenses Bechtel y Edison, la española Abengoa, y socios bolivianos como Andrés Petricevic y Samuel Doria Medina.
El conglomerado estaría a cargo de desarrollar el primer megaproyecto de trasvase hídrico en el departamento de Cochabamba que tenía como prefecto a Guido Camacho y a Manfred Reyes Villa como alcalde del municipio del mismo nombre.
Este era uno más de los tratos de privatización que el gobierno de Banzer pactó con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para que le otorgaran créditos al Estado.
De estos entes llegaron los criterios de mercado para manejo de recursos hídricos, enfocados totalmente en el capital privado extranjero.
Con la ley 2029, aprobada por el Parlamento de entonces, Aguas del Tunari podía cobrar «incluso por el agua que la gente recogía de la lluvia, de los ríos o de sus pozos». Si lxs ciudadanxs no podían pagar, la empresa podía quedarse con sus bienes inmuebles.
De un día para el otro, las tarifas por el servicio de agua se dispararon en un 30% y hasta 300% en Cochabamba; ante el abuso en el cobro, personas del área urbana y del área rural se organizaron para presionar al gobierno hasta su retroceso, iniciando con esto la conocida “guerra del agua”.
En abril del 2000, las calles de la ciudad cochabambina se convirtieron en campos de batalla y las carreteras se encontraban totalmente paralizadas. La violencia aumentó con los días de movilizaciones, Banzer declaró Estado de Sitio y sacó a los militares a las calles para reprimir a los manifestantes.
De los fuertes enfrentamientos contra la Policía y el Ejército, resultaron cientos de heridos y la muerte del joven Víctor Hugo Daza.
Estos hechos, y la presión mediática, obligaron al Gobierno a sentarse a negociar y terminaron acordando la expulsión del consorcio internacional para remunicipalizar SEMAPA.