A 80 años de su muerte, recordamos a Nadezhda Krupskaya quién gestó y forjó la revolución soviética de Lenin.
Su nombre significa «esperanza» en ruso. Nadezhda Krupskaya fue, para muchos revolucionarios, eso mismo: la promesa de un mundo nuevo, el soviético, que igualaría a las clases sociales y equilibraría a ambos géneros. Un viaje que toparía con el remolino del estalinismo. Su vida ha sido reflejada varias veces en el cine, pues fue una reconocida figura del Partido Comunista de la URSS y una de las principales responsables de la creación del sistema educativo soviético.
Muy leída, pero también muy temida por su afán censor, se la considera pionera del desarrollo de las bibliotecas rusas. Pero sobre todo es conocida porque su marido, amigo, aliado y casi ‘proyecto personal’ fue el líder bolchevique Vladimir Ilich Ulianov, Lenin.
Krupskaya, nacida en 1869, formada como institutriz y procedente de una familia noble empobrecida de San Petersburgo, conoció a su marido en los años 90 del siglo XIX. Ella tenía 21 años y comenzaba a dar clases nocturnas de alfabetización y aritmética a trabajadores de fábricas. En su libro de memorias ‘Recuerdos de Lenin‘ cuenta que vivía en la calle Staro-Nevsky y que Lenin solía dejarse caer los domingos «para escuchar mis interminables charlas sobre mi trabajo en la escuela y las factorías cercanas», algo que a Lenin le interesaba «para conocer las condiciones de la clase obrera.
Krupskaya fue una feminista forjada poco a poco en el inconformismo ruso de finales del siglo XIX, cuando parecía imposible alumbrar otro régimen distinto del zarista. Sus ojos maltratados por la enfermedad vieron alzarse a las primeras obreras en tomar la calle un 8 de marzo y vieron el primer poder socialista desde dentro.
La mujer que educó a los primeros soviéticos
La primera pasión política de Krupskaya, cuando era adolescente, fue la teoría de la educación democrática del autor ruso León Tolstoy: la ciencia debía democratizarse y ponerse al servicio de la gente, en lugar de utilizarla como arma de dominación y explotación por parte de la élite. Estuvo comprometida con la mejora de la educación en todos los estamentos de la sociedad rusa y fue elegida para el departamento de Educación a la llegada al poder en Rusia del Partido Bolchevique.
En 1896, Lenin le propuso matrimonio mientras ambos se encontraban en la cárcel por sus actividades subversivas. En realidad fue una imposición de las autoridades rusas para poder cumplir juntos la pena en el exilio interior. Así partió a Siberia, a Shushenskoye, con su madre y cargada de libros que le había solicitado el que después sería padre de la Revolución rusa. Allí escribió ‘La mujer trabajadora’, un folleto propagandístico redactado en lenguaje directo y dirigido a las obreras. En él Krupskaya defendía el carácter liberalizador del trabajo femenino y propugnaba la implantación del socialismo como única manera de acabar con la discriminación de la mujer. Está considerado el primer texto marxista que aborda específicamente la condición de la mujer en Rusia.
En Siberia, alejados del mundo, Lenin y Krupskaya trabajaron codo con codo. Se ha dicho que su relación era más una cuestión de compromiso político compartido que una apasionada historia de amor. Es difícil saberlo, pues ambos hablaron pocas veces de su vida personal.
«Ilych no podía dormir cuando llegaron noticias de la Revolución, el más improbable de sus planes estaba en marcha», dejó escrito. Con la llegada del siglo XX, Ginebra fue su nuevo lugar de residencia. Allí, en 1903, se convirtió en coordinadora del consejo de redacción de la revista revolucionaria ‘Iskra’, la chispa con la que Lenin quería incendiar al proletariado europeo mientras se movía por Finlandia, Reino Unido y Francia, además de algún periodo en Rusia en 1905.
Sin saberlo, Krupskaya estaba creando los mimbres de lo que después sería el Partido Bolchevique de Lenin, donde ella sería secretaria y tesorera. También fue impulsora del Día Internacional de la Mujer, que se celebró en Rusia por primera vez en 1913. La huelga masiva del 8 de marzo de 1917 fue seguida por las trabajadoras textiles de San Petersburgo.
Cuando Lenin enfermó gravemente y quedó parcialmente paralizado, Nadia le enseñó a hablar y a escribir de nuevo. Muerto Lenin, Krupskaya criticó el estalinismo, y fue una oponente de Stalin y su círculo íntimo. Según apunta Vashna Jagarnath, profesora titular del Departamento de Historia de la Universidad de Rodhes, «lo cierto es que con el ascenso de Stalin para liderar la Unión Soviética, las mujeres fueron aisladas rápidamente y hubo una rápida regresión en cuanto a planteamientos estatales y de partido sobre género y sexualidad».
Enterrada en la pared del Kremlin
El 26 de febrero de 1939, en el 70 cumpleaños de Nadezhda Krupskaya, un nutrido grupo de camaradas bolcheviques fueron a visitarla. Hasta el propio Stalin le envió un pastel. Después de la fiesta, Krupskaya se sintió mal. Los médicos le diagnosticaron una apendicitis aguda, que devino en una peritonitis. No se recuperó.
Nadezhda fue enterrada en un nicho de la pared del Kremlin de Moscú. Más tarde, algunos acusaron a Stalin de su muerte, diciendo que el pastel estaba envenenado, pero jamás hubo pruebas ni tan siquiera de que llegase a probar la tarta.
Una semana después de su muerte, Leon Trotsky describió a Krupskaya como una de las «figuras más trágicas de la historia revolucionaria». En sus memorias la recuerda sobre todo en el periodo de la clandestinidad: «Ella era la que lograba las conexiones, las direcciones secretas, las cartas y demás correspondencia codificada«. En su habitación, «siempre había un olor a papel quemado, el de las cartas secretas que echaba sobre el fuego después de leer».