Uno de los directores más influyentes en la historia del cine contemporáneo cumpliría hoy 90 años.
De carácter difícil y meticuloso, Stanley Kubrick fue visto como un artista narrativo que estilizó la naturaleza humana en plena Guerra Fría. Ilustró con imágenes estéticas la deshumanización del hombre y relató, con armonía visual y musical, historias únicas en su género.
Hoy, es difícil realizar una película magnífica o «perfecta» sin toparse con las contribuciones que hizo el cineasta neoyorquino para el séptimo arte, dado que sus producciones han superado la prueba del tiempo e inspirado a directores, tanto a quienes hoy debutan, como a los que son veteranos.
Entre esas aportaciones destaca el uso de métodos de filmación que nadie se atrevió a probar extensivamente, como capturar imágenes con luz natural sin proyectores.
En la década de 1960, Kubrick filmó algunas de sus películas más reconocidas: la adaptación de la novela de Vladimir Nabokov, Lolita (1962), y la extravagante y divertida guerra de misiles Dr. Strangelove (1964), que originalmente era una película de suspenso «sería».
El trabajo del cineasta, quien creía que era idóneo adaptar libros para “mejorarlos” y que cada nuevo filme suyo era una antítesis del anterior, ha sido homenajeado y parodiado sin descanso en largometrajes, caricaturas, series de televisión y videojuegos.