Es una noche de noviembre de 1991. Freddie Mercury, cantante líder de la banda de rock Queen, se quedó dormido por un rato. Peter Freestone, sentado cerca de él, sostiene su mano. Hasta hacía unas horas, él era de los pocos que estaban conscientes de su enfermedad.
«Cuando empecé a trabajar como su asistente, él solía salir todas las noches porque la vida es para vivirla, ya sabes. Nunca sabes cuándo va a terminar», dijo Freestone a la periodista de la BBC Lucy Williamson.
Freestone, su asistente personal por doce años, vio a Mercury ascender hasta la cima del éxito artístico. Pero ya en 1991, lo observaba luchar en privado para esconder los signos de una devastadora enfermedad.
«Recuerdo cuando me lo dijo en 1987. Dijo que tenía sida y que eso era todo: ‘No volveremos a tratar el tema’«.
Él quería que la gente escuchara su música sin pensar que estaba padeciendo una enfermedad mortal, según explicó Freestone.
«Esta es una de las razones por las que se lo guardó para sí. Incluso, su familia no supo los detalles hasta el último año de su vida. La banda lo supo, creo, en 1990», comenta.
«Si miramos atrás, recordaremos que la enfermedad no tenía ni siquiera un nombre antes de 1984. Cundo supo que estaba enfermo, solo uno de sus amigos cercanos había muerto de sida»
Freddie Mercury era abiertamente bisexual,y cuando el VIH comenzó a propagarse entre la comunidad gay de Londres se había muy poco sobre el tema.
En aquellos días, el tratamiento era suministrado tardíamente. A menudo resultaba inefectivo.
Sus familiares y amigos supieron la verdad cuando el sistema inmune de Mercury ya estaba mostrando señales de colapso, relata Freestone.
Durante los últimos meses, tuvo insertado un catéter venoso central porque recibía medicamentos por vía intravenosa tres veces al día.
«En lugar de ir al hospital, Joe Fanelli (el chef de Freddie Mercury) y yo aprendimos cómo suministrarle las medicinas. Nos convertimos también en sus enfermeros».
«Nunca se deprimió por su padecimiento», señala Freestone.
«Para él era un hecho. No tenía sentido perder tiempo tratando de pensar cómo se contagió, dónde o cuándo».
Aunque en octubre de 1989 los doctores aconsejaron a Freestone estar preparado, porque probablemente el cantante no estaría vivo para las Navidades, Mercury se mantuvo con vida dos años más.
Durante el último año, «no mostraba la energía que solía tener». Según se seguía debilitando, era más difícil aparentar que todo estaba bien.
Sin embargo, «se las arregló para grabar cuatro pistas completas para la banda. Quería dejar tanta música como fuera posible, con la cual pudieran trabajar después de que él se retirara».
Finalmente, justo unas horas antes de morir, tomó la decisión de hacer una declaración pública.
«Está bien, todo el planeta lo sospechaba pero muy poca gente sabía con certeza que él tenía sida», expresa Freestone.
Freddie Mercury murió a los 45 años, justo un día después de anunciar públicamente que era VIH positivo.